jueves, 3 de enero de 2013

El Obispo Panal, por Manuel Cabello Janeiro

 Obispo Panal, Un hombre comprometido
Portada del último libro de Manuel Cabello Janeiro, publicado en 1997



Por Esperanza Cabello

Hoy traemos un regalito de Año Nuevo que nos han obsequiado Serafín Ruiz Cabello y la empresa "Cambiaformato" (especialista en digitalizar todo tipo de documentos) en el que también está presente don Bartolo:
El texto íntegro del último de los libros de Manuel Cabello Janeiro, un libro sobre un ubriqueño poco conocido hasta la publicación de esta obra que se convirtió en un hombre muy querido y apreciado en la República Dominicana: el Obispo Panal.
Precisamente fue una entrada en el blog de nuestro amigo José María Gavira sobre el Obispo Panal (y sobre nuestro padre, claro) la que nos impulsó a comenzar de nuevo con este blog (pinchar aquí para leerla). 
El último libro escrito por Manuel Cabello fue publicado  en 1997, en aquellos años habíamos comenzado a utilizar los ordenadores e internet, y  aunque aún eran los primeros pasos, es el único libro de nuestro padre del que conservabamos el manuscrito (¡en disquettes!). 
Así que Eduardo y Serafín se han esmerado haciendo un estupendo trabajo  para que podamos  disfrutar de la lectura de este libro, podemos descargarlo gratuitamente pinchando en este enlace.
Y mientras, recordamos las palabras de don Bartolomé Pérez Sánchez de Medina, siempre tan cordial y expresivo, que fue el encargado de prologar el libro.
                                                                             PRÓLOGO

      De nuevo don Manuel Cabello se ha embarcado en otro libro. He estado en algunos momentos de la gestación del mismo, y es una difícil proeza; pero siempre ha tenido madera de aventurero. Buscar y rebuscar hasta encontrar lo que pretendía, sin tregua ni descanso, un desenfreno total hasta el “eureka”, para después iniciar otra navegación por lo desconocido hasta poner orden en lo que se descubre.
      Este nuevo libro tiene algo especial, y es que don Manuel Cabello se siente atraído por el talante de un ubriqueño, el Obispo Panal, que ha dejado estela de santidad allende los mares, en la República Dominicana.
      Y todo comienza cuando monseñor Camilo visita al autor de este libro, por encargo de los Capuchinos de Sevilla, para que le informe sobre la familia de Monseñor Panal.
      Don Manuel Cabello emprende la tarea de dar con los familiares existentes del Obispo, para ir descubriendo después a la familia directa, y rompe prejuicios, y toca humanidad donde mucha gente dijo que no la encontraría. Y don Manuel quedará impresionado por el talante humano de Bernardo Panal, un gran republicano de dicho y hecho.
      Por otro lado, quiere conocer directamente la realidad que fue y sigue siendo Monseñor Panal en Santo Domingo, y para ello cruza el Charco. Allí encuentra testimonios de una devoción hacia el capuchino que llegan a asombrarle, pero averiguará la causa.
     Ubrique y Santo Domingo, dos realidades geográficas muy distantes, pertenecientes a diferentes continentes, y unidas por la vida de un hombre; en la primera, el origen, la familia, la sangre; en la segunda, el fruto de un desarrollo, la eclosión espiritual; entre estas realidades, centros de formación, Granada, Antequera…, en los que se curte en la virtud y en la sabiduría.
      “Vida del Obispo Panal “ es una aventura que rompe con unos clisés y escudriña unas vidas que tuvieron en común, además del origen, la presencia espiritual del Obispo.
Es una obra de la que uno sale, al leerla, impregnado de humanidad, admiración y santo orgullo.
 Bartolomé Pérez Sánchez de Medina.-


Obispo Panal, Un hombre comprometido
Contraportada del libro


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miércoles, 24 de octubre de 2012

Don Diego Clemencín Viñas en Ocurris, 1802





Por Esperanza Cabello
A veces encontramos documentos muy curiosos que nos hacen recordar algunas de las historias que hemos ido aprendiendo todos estos años. Buscando una  información sobre Fernando VII e Isabel II nos hemos encontrado con un ejemplar de la Gaceta de Madrid de julio de 1934.
Tenemos la costumbre, siempre que echamos un vistazo a documentos antiguos, de buscar en ellos el nombre de nuestro pueblo o de personajes conocidos, y precisamente en este número de la Gaceta hemos encontrado una necrológica muy peculiar.

 Don Diego Clemencín Viñas 1765-1834

Se trata de la necrológica de don Diego Clemencín Viñas, un erudito murciano cuya historia estará siempre unida a la de nuestro pueblo. El pobre don Diego, un cervantista extraordinario, había muerto en Madrid a causa de una epidemia de cólera después de haber escrito más de cinco mil notas para una edición de "El Quijote" que nunca llegó a ver publicada.
Muchos años antes don Diego había ingresado en la Real Academia de la Historia (en 1800) y en 1802 había sido enviado a Ubrique para informar de las excavaciones de Vegazo y los hallazgos en el Salto de la Mora.



En su necrológica, además de muchos otros informes y méritos, se trata de "las exquisitas noticias que dió a la academia sobre la antigua población, llamada Ocurris, en las cercanías de Ubrique, reino de Córdoba, y dos copias de inscripciones que presentó".
Clemencín y la historia de nuestro pueblo estarán siempre unidos por estos hallazgos:

 "A cinco leguas de Ronda y otras tantas de Arcos, un cuarto al norte de Ubrique, en la cumbre de una sierra llamada de Benafí o de Benafeliz se ven las ruinas de un pueblo considerable, entre las cuales se han hallado varias antigüedades romanas en estos últimos años. 
Hállanse frecuentemente tanto en la cima como en todos sus alrededores por largo espacio ladrillos, a veces enteros, de un grueso y  tamaño extraordinarios, tejas de rara hechura de tres cuartas de largo y dos de ancho, bordes de tinajas, losas labradas, algunas de dos varas y media de largo y  una de ancho, aljibes o cisternas, escombros y señales de edificios. 
Vénse igualmente los restos al parecer de un acueducto que se dirigen hacia la Villa de Benaocaz durante media legua. Como a 150 pasos de la cumbre, en la falda occidental existe un edificio bastante bien conservado, parte de cantería y parte de hormigón que el vulgo del país cree y llama mezquita, de que acompañan planta y elevación dibujadas geométricamente por D. Miguel de Olivares, arquitecto de Cádiz, individuo de la Real Academia de San Fernando. 
 Planos del Columbario
Al hacerse últimamente un plantío de viñas y frutales, se han hallado más de 400 monedas de las que tengo en mi poder 16, trece imperiales desde Augusto hasta Constantino Magno y tres españolas, de las cuales una es dudosa, otra de Carissa y otra de Carteya,  rarísima según el Padre Florez. 
Ocupa la misma cumbre un espacio como de 15 fanegas de tierra, ceñido de una cerca particular de paredes fuertes. Aquí es donde se hallan las antiguallas más notables, trozos con columnas, fragmentos de piedras con algunas letras, y sobre todo dos pedestales con dos inscripciones bien conservadas que son las siguientes:

I
IMP.CAESARI DI
VI ADRIANI E DIVI TRA
IANI PARE NEPOTI DIVI
NAERVAE PRONEPOTI
PIO HADRIANO ANTONI
NO AUG. PIO PONTIFICI MAX.
RR.POTEST V COS III PP
PUB.OCURITANOR.
CRETO DECURIONUM
D.D.





                                   Fotografías de las lápidas halladas en el Salto de la Mora
                                 Romero de Torres, 1908.  Catálogo Monumental de España


II
IMP. CAESARI
M. AURELIO COM
MODO ANTONINO
AUG.PIO FELGER
SARM. PON. MAX
TRIB.P. IIII IMP.X
COS. V PP. RES P.
OCURITANORUM
DECRETO DECURI
ONUM D.





Junto al pedestal de esta última inscripción se halló una estatua de hombre sin cabeza vestido con una piel de león, circunstancia que arguye ser de Cómodo y hace más que verosímil estuviese colocada sobre el pedestal contiguo. Aparentemente debió haber otra de Antonino sobre el pedestal de su inscripción, cuyo hallazgo no es acaso difícil. 
Otra estatua se ha encontrado de mujer asimismo sin cabeza, el cuerpo y pechos rodeados de serpientes, cuya cabeza como la de Cómodo está tal vez aguardando que una mano diligente las saque del polvo y ruinas.
Omito varias observaciones sobre la lección y ortografía de las inscripciones. Las personas que me han comunicado estas noticias, se inclinan a creer que el edificio de la falda occidental de la sierra fue un baño, que los aljibes con algunas murallas son obra de moros, que el paraje de la cumbre donde se hallaron las inscripciones era un templo; que la estatua de mujer es de Proserpina.
 Pero sobre todos estos puntos no se puede juzgar con acierto a tanta distancia. Lo que resulta con certidumbre es  la existencia de una población considerable llamada Ocurris, que subsistía ya en tiempo de Antonino y duró por lo menos hasta el de Constantino. Su situación fue en el monte Ilipula,  como llamóTolomeo a las sierras de Ronda: y con arreglo a la descripción que hizo Plinio de España, estuvo en la Céltica Bética, y pertenecía al convento jurídico de Sevilla.

Madrid 16 de julio de 1802
Firmado por Diego Clemencín

domingo, 1 de abril de 2012

Litigio de dos ubriqueños por el agua de la Pilita Abajo en 1860


La Pilita Abajo de Ubrique
Fotografía recuperada por Luis Eduardo Rubio

Por Esperanza Cabello

Nuestro amigo Juan Valle Montero nos ha mandado un magnífico enlace a un libro muy peculiar. Se trata de una recopilación de sentencias  del Consejo de Estado de 1861. En la página 169 de ese libro está la sentencia número 65. Es una sentencia de Competencia que decide quién es la autoridad competente para mediar en un litigio entre dos ubriqueños.
Lo primero que destacamos es que en la sentencia se habla de una tenería que funciona don el agua de la Pilita Abajo "desde tiempo inmemorial". Después reconocemos los apellidos de los convecinos, así que seguramente seguiremos aqui algunos de sus descendientes. Y además nos traslada a una época más remota, en la que una ubriqueña dirigía un alambique de aguardiente (nos recuerda a nuestra tatarabuela, que llevaba un armona de jabón) en la entrada del pueblo. Lo que más nos gusta es que nuestro hermano Leandro nos acababa de traer una fotografía de esa zona de Ubrique en 1908, gentileza de Rafaela Ponce, que le había ofrecido algunas fotografías antiguas de Ubrique.


Calle Cádiz en 1908
Zona de la Pilita Abajo
Gentileza de Rafaela Ponce



Esta es la historia: don Pedro Otero Ramos, vecino de Ubrique y propietario de una tenería, utilizaba el agua sobrante de la Pilita Abajo para su negocio (que estaba en la plaza de Zamora, actualmente Moreno de Mora) "desde tiempo inmemorial".
Doña Rafaela Zarco, y con anterioridad su marido,  empezó a utilizar en 1842 una parte de ese agua sobrante para su alambique, ya que fabricaban aguardiente.
Pero  por lo visto ese uso molestaba a don Pedro, que modificó la alcantarilla, así que doña Rafaela fue al Juez de Primera Instancia de Grazalema a presentar litigio.
Al mismo Juez don Pedro hizo una demanda exponiendo que doña Rafaela utilizaba el agua sin ningún título, ya que el Ayuntamiento le cedió el uso en 1942, y que él reclamaba el agua para su negocio, añadiendo que si había que compartir a ella le correspondiera solo un tercio.
El juzgado admitió la demanda de don Pedro, entonces doña Rafaela  se dirigió al Gobernador de la provincia, alegando que este litigio era competencia de la Administración.
Y, efectivamente, el Gobernador Civil decidió la competencia a favor de la Administración, y no del Juzgado de Grazalema...
Lo que no sabemos es cómo terminó el litigio.






 Sentencia número 65

    Competencia: Decidiendo a favor de la Administración la competencia suscitada entre el Gobernador de la provincia de Cádiz y el Juez de primera instancia de Grazalema, a causa de la demanda presentada ante este último por D. Pedro Otero Ramos contra Doña Rafaela Zarco, sobre aprovechamiento de las aguas sobrantes de una fuente pública del pueblo de Ubrique.
    En el espediente y autos de competencia, suscitada entre el Gobernador de la provincia de Cádiz y el Juez de primera instancia de Grazalema, de los cuales resulta:
    Que a consecuencia de haber ganado sentencia de amparo Doña Rafaela Zarco, vecina de Ubrique, en el interdicto por ella incoado ante el Juez de primera instancia de Grazalema contra su convecino D. Pedro Otero Ramos, con motivo de haber alterado este último la cubierta de la alcantarilla en que se recogían los sobrantes de una fuente pública denominada de Abajo, sita en la plaza de Zamora, principal del pueblo de Ubrique, cuyos sobrantes venían disfrutando mancomunadamente, el uno para el servicio de una tenería de su propiedad, y la otra para el de una fábrica de aguardientes, se presentó por parte de Ramos ante el referido Juzgado demanda en que, asegurando que la tenería tenía para su servicio desde tiempo inmemorial todo el sobrante de la indicada fuente, y que doña Rafela Zarco, y anteriormente su esposo, le perturbaban en el disfrute desde que en 1842 el Ayuntamiento de la villa, sin título alguno, les hizo cesión de parte de aquellos sobrantes para utilizarlos en el alambique; pedía se declarase corresponder al demandante en propiedad, o al menos en plena y legítima posesión, el aprovechamiento exclusivo de todo el derrame de la fuente; y que en el caso de que el Juzgado estimara que no había lugar a acceder a lo suplicado, declarase que Doña Rafaela Zarco sólo tenía derecho a la tercera parte del mismo derrame, obligándola a aprovecharlo separadamente, y condenándola al pago de costas y gastos ocasionados en el interdicto:
    Que admitida la demanda, y dado traslado a Doña Rafaela Zarco, acudió esta al Gobernador de la provincia pidiendo llamase a si el conocimiento de la queja interpuesta por ser de la competencia de la Administración, y acompañando copia del espediente instruido por el Ayuntamiento para la concesión del uso del agua; de cuyo espediente resultaba que, previo dictamen pericial y con presencia del derecho que asistía al dueño de la tenería, la Municipalidad concedió al del alambique el disfrute de la tercera parte del derrame del agua de la fuente, prescribiendo la manera de tomarla, si bien constaba que lo venían haciendo los compartícipes de la misma alcantarilla; y finalmente, la preferencia que en años de sequía debía tener el de la tenería para absorber toda el agua:
    Que el Gobernador civil, en vista de lo alegado y del dictamen del Consejo provincial, requirió de inhibición al Juzgado, el que, sustanciado el incidente en debida forma, se declaró incompetente; pero apelada su sentencia para ante la Audiencia del territorio, fue revocada en virtud de considerar este Tribunal que la demanda entablada por Ramos era consecuencia del interdicto anteriormente sustanciado, y que como perjudicado por la resolución de aquel, se dirigía, no a atacar la distribución primitiva de las aguas, sino a evitar la usurpación efectuada por Doña Rafaela Zarco en el disfrute de las que le habían sido concedidas:
    Y finalmente, que habiendo insistido el Gobernador en su requerimiento, resultó el presente conflicto:
    Visto el párrafo segundo del art. 80 de la ley 8 de Enero de 1845 que declara es atribución de los Ayuntamientos el arreglar por medio de acuerdos conformándose con las leyes y reglamentos vigentes, el disfrute de los pastos, aguas y demás aprovechamientos comunes:
    Visto el art. 8º, párrafo primero de la ley de Consejos provinciales de 2 de Abril de 1845, que entre las atribuciones de estos cuerpos cono Tribunales administrativos comprende la de conocer en las cuestiones Que pasen a ser contenciosas, relativas al uso y distribución de los bienes y aprovechamientos provinciales y comunes:
    Considerando que, ya se refiera la demanda presentada por D. Pedro Otero Ramos al amparo de la plena posesión en que dice hallarse la tenería de todo el sobrante de las aguas de la fuente, o ya se le conceda la interpretación adoptada por la Audiencia, la materia de la presente competencia es administrativa en cuanto a que el demandante se dirige a invalidar la distribución y uso de una fuente pública, en las que no consta haya sido constituido dominio o derecho de propiedad a su favor, y sí solo una prioridad en la concesión del uso de las mismas: siendo en tal concepto la cuestión litigiosa suscitada entre usuarios de un aprovechamiento comunal, y por lo tanto, que solo a los Tribunales administrativos corresponderá el declarar la existencia del agravio objeto de la demanda:
    Conformándome con lo propuesto por el Consejo de Estado en pleno,
    Vengo en decidir esta competencia a favor de la Administración.
    Dado en Aranjuez a 19 de Mayo de 1861.
Está rubricado de la Real mano.
El Ministro de la Gobernación, José de Posada Herrera



 Sentencia número 65 sobre competencias


Queremos agradecer tanto a Juan Valle, como a Rafaela Ponce como a Leandro Cabello habernos proporcionado estas imágenes y esta historia. Es una historia de las que le habría encantado a nuestro padre, porque aunque sabemos que en nuestro pueblo las tenerías han funcionado "desde tiempo inmemorial" es una alegría encontrar la documentación que apoya esta teoría.

sábado, 9 de julio de 2011

Los Bujeos Altos


El Grupo de Rescate 208 de prospección


Hace unas semanas hablábamos de Los Bujeos Altos,  una finca ubriqueña en la que hay vestigios romanos, y contábamos también que nuestro padre había estado muy interesado por esos vestigios, siendo su estudio sobre estas construcciones el único publicado, por el momento.
Hoy transcribimos el capítulo VIII de su obra "Ubrique, encrucijada histórica"  (1987), que trata, íntegramente, de este lugar arqueológico.
Las fotografías, originales de Manuel Cabello, fueron tomadas in situ justo en el momento en que hicieron la limpieza.




CAPÍTULO VIII. UN MAUSOLEO HISTÓRICO Y SUNTUOSO.

La tarde caía plácidamente, como todas las tardes de la primavera.
La Pandilla se encontraba colaborando en la «plantá» de la fogata del barrio que ardería aquella misma noche, como muchas más (decenas de ellas) lo harían en Ubrique, el tres de mayo, el día de las candelas.
De nuestras actividades de prospección y campo, ya nos conocían algunos compañeros de estudios. Y fueron, precisamente dos de ellos, los que nos delataron la existencia de una oquedad, con muros muy antiguos, en terrenos conocidos por “Los Bujeos Altos”, a unos cuatro kilómetros de Ubrique, y en su propio término municipal.
Estos chicos se habían adentrado en el monte en busca de los famosos gamones (platas liliáceas silvestres) que aquella noche explotarían con ritual manera en las seculares candelas que, con motivo del día de la Cruz, 3 de mayo, se encienden en Ubrique, en unas fiestas llenas de luz y colorido.
Nos contaron cómo en el promontorio elevado de un pequeño cerro, a manera de talud, casi cubiertos por arbustos y malezas, emergían dos gruesos muros, semiinclinados sobre el suelo, y que lógicamente, les habían llamado la atención. Mucho más cuando observaron que, entre ambos muros, existían unos escalones que se adentraban en el interior.

Su relato nos “picó” bastante, y, aunque próximo el atardecer, organizamos rápidamente una de nuestras habituales expediciones, para comprobar «in situ» lo acontecido a nuestros amigos.
Bastó una pequeña inspección ocular para darnos cuenta de que se trataba de un interesante monumento ¿romano? Sí... ¿por qué no? Era una especie de hipótesis que basábamos en los estudios efectuados en el Columbario romano del Salto de la Mora (Ocurris), y que conocíamos, casi, casi, a la perfección.
Como la tarde caía (nos anocheció en el regreso) y el pueblo nos esperaba con aquellas fiestas ancestrales de Cruz y Fuego, entre gamón y gamón, entre a «la salud» este o de aquel...» preparamos para el siguiente día, que por cierto era domingo, una nueva excursión.
La Pandilla iba al completo, e incluso se agregaron los dos chavales, amigos nuestros, que habían descubierto el yacimiento.
En este paseo nos pertrechamos de todos los útiles necesarios para hacer planos, fotos, dibujos... etc., y además entablamos conversación con el dueño de la finca, muy conocido en el pueblo, don Miguel Bohórquez Carrasco (q.e.p.d.).



Aquella luminosa mañana dominguera, íbamos a vivir unos emocionantes momentos; porque aquellos restos, envueltos por jaras, lentiscos y retamas, despertaban en nosotros el deseo vehemente de saber de qué se trataba, qué hacían allí y cuál era su historia... Nuestras mentes bullían en busca de una cierta respuesta que, de antemano, íbamos adobando con mil y una sugerencias., Incluso, y a la vista prospectiva del monumento, en el hipotético caso de que se tratara de un enterramiento, dábamos por bueno que los huecos dejados en las paredes del interior, por la caída de sillares, eran sin duda las hornacinas para las urnas de incineración... Porque, pensar en un recinto hidráulico, piscina, alberca o estanque, era muy aventurado pensarlo. No había base para ello...
De todas maneras, y así lo hicimos constar en nuestro Cuaderno Diario de Excursiones, estábamos «contentos y felices, no sólo por haber localizado un monumento para la Historia, en muy buen estado de conservación, sino que al creerlo templo funerario, será el mismo monumento quien  en definitiva aporte algunas soluciones a los numerosos problemas e incógnitas que se han planteado en la restauración del Columbario del Salto de la Mora, por el paralelismo que, entendemos, corre entre las dos edificaciones...».
Nada más lejos de la realidad, aunque hemos de justificar estas primeras apreciaciones nuestras, por nuestro desmedido afán de emitir unos razonamientos, anticipándonos a lo que sucedería después...
Aquel domingo el dueño de la finca no estaba allí. Pero al siguiente, en que volvimos al lugar para completar nuestro reportaje fotográfico, sí tuvimos la fortuna de saludar a don Miguel que ya conocía nuestros anteriores paseos por la finca.
“Yo siempre entendí que era un aljibe árabe en el que mi padre descubrió, excavando allá por 1920, los tres escalones que están ahí” -dijo cuando nos acercamos a las obras- “Por cierto -continuó- que nadie se ha preocupado por estudiarlo, conocerlo o publicarlo. Esto es tan inédito, como desconocido.”
Después nos autorizó a hacer los estudios necesarios, comenzando nosotros por limpiar algunas malezas para completar nuestro reportaje fotográfico. Al preguntarnos si íbamos a realizar alguna excavación, le manifestamos la prohibición total que teníamos de ello, y que en todo caso, serían los ex¬pertos en Arqueología, los que realizarían ese trabajo.
Cuando volvimos a Ubrique, la noticia del nuevo descubrimiento corría de voz en voz.



«Se trata -escribíamos en nuestro Cuaderno Diario de Excursiones- de un cubículo o habitáculo de forma prismática, con base de tres metros de fondo por 2,40 de ancho. Una altura media aproximada de 3 metros. Bóveda de medio cañón destruida a todo lo largo, y por el centro, en dirección E-W. Todo su espacio interior está revestido de geométricos sillares, desiguales en tamaño, mayoritariamente fabricados en piedra arenisca, muy abundante en los contornos. El suelo está cubierto de piedras, cascotes, escombros, restos de animales, basuras y suciedades que hay que limpiar. Para adentrarse en él, se hace a través de unos escalones (en total tres a la vista) que se conservan en muy buen estado. Esta especial disposición de los escalones, nos da pauta a pensar en la entrada al Columbario, uno de los enigmas aún no resueltos...». Con todos estos datos, y sobre todo por el interés que nos había despertado el monumento, nos pusimos en contacto con el Director de las Excavaciones Oficiales del Salto de la Mora, don  Salvador de Sancha. Nuestra información verbal iba acompañada por algunos planos de planta y alzado, y alguna que otra foto de las que habíamos realizado.
Tanto interés le despertó nuestro descubrimiento, que con gran celeridad se dispuso a regresar desde Sevilla, y realizar una visita a lo descubierto.
Aquella tarde del sábado 13 de junio, para mayor rapidez en el traslado, lo hicimos en automóvil, por un nuevo carril que ascendía a la finca de los Bujeos Altos, desde la Vega de los Pastores.
Como a unos 100 metros antes de la llegada al cortijo, y a escasos metros de la derecha del carril, emergían los restos del techo abovedado del edificio.

Una rápida mirada, intuitiva, y por la expresión del rostro del Arqueólogo, notamos que aquello le gustaba: Su fábrica, su estructura... todo.
Lo que nos apenó fue cuando nos dijo que aquellos restos, romanos, auténtico mausoleo, no eran de la época del Columbario (que ya lo tenía datado, a mediados del siglo I D. d. C. en clara época imperial romana) sino que nuestro mausoleo, con seguridad, vista su construcción, materiales empleados, especial disposición a dos aguas, y revestimiento exterior, que ha desaparecido,  la fecha de su construcción iba bien para finales del II, o inicios del siglo III.
Como era preceptivo subimos a la cortijada, donde saludamos a don Miguel, así como le presentamos a don Salvador. Don Miguel, ¿cómo no?, se ofreció para todo e incluso nos enseñó unos tambores de fuste, unas basas de columnas dóricas hechas en caliza que adornaban el jardincillo de la casa, así como, un gran, diríamos descomunal, aljibe, que nos llamó poderosamente la atención.
De vuelta hacia Ubrique, paramos nuevamente en el montículo del mausoleo descubierto, que había sido bautizado así, porque sin lugar a dudas, en época pretérita había sido un sepulcro suntuario...





Por la suciedad que encerraba y por estar semicubierto por follaje, maleza y otros imposibles, el arqueólogo no pudo realizar unas buenas fotos, como deseaba. Ante tal contingencia nos ofrecimos a su limpia, prospección y rastreo por los alrededores, trabajos de los que le informaríamos debidamente...
En posteriores recorridos por la finca, dimos con infinidad de vestigios y restos históricos sobre superficie, en un amplio radio de acción, suponemos como un kilómetro a la redonda. Esto nos ponía en ascuas. El interés aumentaba, y tras limpiar los alrededores del mausoleo de toda la maleza que pudimos, intentamos librar de cascotes su interior.
Recordando instrucciones del arqueólogo comenzamos, aquel 24 de junio, a llevar un diario de recogida de material, y la prohibición expresa de usar aperos de ningún tipo. Puestos en faena y llevando a cabo la limpieza encomendada, tuvimos que centrar nuestro interés en la manera de efectuarla. A la vista de los grandes sillares derrumbados en el interior, la gran cantidad de osamenta, restes de todo tipo, tierras y cascotes (debemos aclarar que nuestro monumento, distante tan solo un centenar de metros de la finca, desde siempre se venía utilizando, para echar, aparte de otros deshechos, los cadáveres de los animales muertos, a veces en gran cantidad, como en la época que relatamos, afectada por la peste porcina africana) pensamos iniciar nuestro trabajo quitando todo lo que buenamente pudiéramos, hasta dejar solamente aquellos grandes sillares, ya que era un imposible categórico, poder sacarlos  o moverlos nosotros.



Antes de la limpieza, metidos en agosto, (hay que aclarar que en Ubrique es norma tomar las vacaciones en julio, que coincide con el mes más bajo de la producción del mundo artesanal marroquinero del que depende, prácticamente, toda la población), el mismo día 6, giramos nueva visita al mausoleo para realizar un nuevo reportaje fotográfico, ya que el monumento estaba, tanto en su interior como en su exterior, algo más limpio y despejado, aparte de que teníamos que hacer un rastreo minucioso de la zona, cuyo sondeo nos dio grandes sorpresas que describiremos en capítulos siguientes. Los siguientes días, 7, jueves, 9, sábado, 11 lunes y 14 jueves, trabajamos de firme en su interior, y de manera sistemática. En ello prestaron su colaboración algunos alumnos universitarios en vacaciones, cuyos nombres tenemos anotados en nuestro cuaderno diario de excursiones en lugar de honor, porque gracias a ellos pudimos realizar una buena labor, por la que posteriormente fuimos felicitados...
Nosotros, los más jóvenes, barríamos y sacábamos las basuras, arrojándolas a una especie de escombrera, que a unos veinte metros, donde menos estorbaba, íbamos configurando... Otros igualmente, iban seleccionando cerámicas, huesos, objetos diversos... Los mayores movían y colocaban en otro lugar del edificio los grandes sillares, sillarejos o piedras pesadas que tuvieran algún sentido, mientras las indefinidas, se sacaban y arrojaban a la escombrera. Y el día 15, fiesta de la Virgen de Agosto, al intentar planificar un trozo de suelo, para una tienda de campaña, al limpiar un poco la tierra, apa¬recieron unos restos óseos, posiblemente humanos, que dejamos tal cual y urgentemente informados al experto...
De lo que tenemos escrito en nuestro Diario de Limpieza, vamos a relacionar lo que creemos del mayor interés...
«En general toda la cerámica encontrada en su interior, correspondiente a material de relleno, es atípica. Numerosos trozos de ladrillos, tégulas, opus signinus, spicatus, cascotes... Aparte los huesos, que no contabilizamos, porque hay miles y miles...
Al tercer día de limpieza encontramos tres trozos de cerámica fina de un vaso, correspondiente a la boca del mismo. En principio creímos fuera romana, pero estudios posteriores, realizados por el arqueólogo De Sancha, nos la dieron como árabe. Estas piezas fueron limpiadas y dibujadas por la Pandilla y entregadas al experto.
En la tónica general de esta limpieza conviene destacar el encuentro de numerosos trozos de pavimento, «opus signinus», parecidos a los existentes en el Salto de la Mora, y que al final de nuestro trabajo, pudimos comprobar que se trataba de restos del propio pavimento-suelo, destrozado en épocas anteriores, quizás por antiguos «buscadores de tesoros».
En este tercer día de limpieza interior se encontraron algunos restos de sílex, que, debidamente estudiados, no pudimos catalogar, al ser restos naturales de algún módulo.
«Al cuarto día, ya habíamos descendido casi un metro; continuaban aflorando los más diversos materiales, ae los que destacamos dos trozos, de quince y treinta centímetros, respectivamente, de piedra arenisca (del mismo tipo de los sillares) y que corresponden a trozos de cornisas desprendidas de él mismo. Son muy interesantes estos hallazgos, ya que en el mausoleo no hay restos de adornos externos y así podemos conocer parte de su estructura.





Merodeando por los alrededores, uno de los más jóvenes de la Panda encontró los restos de una descomunal hacha pulimentada, de 12 cm. de diámetro y 21 cm. de longitud, muy bien conservada.
El fondo del Templo Funerario, ya se aproximaba. Sin pecar de exagerados, habíamos extraído seis o siete metros cúbicos de materiales, inútiles para nuestros estudios, y carentes totalmente de interés. En el fondo, quedaban 14 grandes piedras, entre sillares, bloques o rocas representativas, y que por supuesto, no pudimos sacar.
Hacia la parte sur, en una esquina, ya afloraba el suelo primitivo del mausoleo, en principio, sin huella de mosaico alguno.
Finalizada esta jornada hicimos los preparativos para reclutar gente mayor, y experta, para extraer y disponer convenientemente, los grandes sillares que habíamos descubierto con nuestra limpieza.
Nuestro Ayuntamiento estaba en la mejor disposición de ayudarnos. A él acudimos, a través de su Alcalde, informándole de la necesidad de algunos hombres para esos determinados trabajos, facilitándosenos tres de los Servicios Técnicos Municipales, amén de otros, que pedimos a un empresario entusiasta de estos menesteres, Sr. Ardua.
El sábado, día 16, a las cinco de la tarde, cuando ya el sol, ese tórrido sol de nuestra Andalucía, comenzaba a declinar, nos dirigimos en tres vehículos al monumento. Se instaló un «tractel» especial, con fuerza hasta tres mil kilos. Todo ello bien preparado y estudiado, para que no sufriera la fábrica del mausoleo. La extracción del sillar más grande (140 x 40 x 40 cms. que creemos que pesaría unos seiscientos kilos) y su colocación en su primitivo lugar, desde donde había caído, nos llevó toda la tarde.
Al siguiente día, domingo 17, por la mañana continuamos la tarea.
Unas rocas, según sus especiales disposiciones, iban a un lado, otras afuera, pensando en futura y pronta restauración... En el fondo, tres grandes rocas de formas desconocidas para nosotros, que nos intrigaban...
«El lunes, día 18 -continuábamos en nuestro cuaderno diario de excursiones- vimos las tres rocas. No hemos querido sacarlas y las hemos dejado sobre el pavimento. Quizás sean las más interesantes. Una roca es plana, tamaño 90 x 60 x 16, medidas que corresponden justamente, con las de la puerta de entrada, en magnífico estado, con huella de gozne para abrir o cerrar. No tiene ninguna inscripción. Otra roca, muy parecida a la anterior, que debió tener alguna relación con el cerramiento, cuyo uso definitivo desconocemos, es algo menor, de un tamaño 50 x 60 x 16 cms.
Y finalmente, un ara, sin inscripción alguna, pero sí con huellas de haber tenido adosada alguna lápida. La cara posterior es muy basta, no así la ante¬ior que está muy bien trabajada. Tiene la forma de «L» y sus medidas son 60 x 48 x 30 cms.
Las tres piezas las hemos dejado «in situ» hasta la llegada del Arqueólogo...».

Una vez extraídas las grandes piedras, continuamos la limpieza del interior, sobre todo en la zona próxima a la entrada, donde se encontraban los tres escalones señalados en anteriores párrafos, con cuya limpia podíamos contabilizar hasta un total de seis.
Mientras, sobre el suelo del pavimento, las catorce rocas grandes dejadas en él encubrían gran cantidad de material, sobre todo tierra, arena y pequeñas piedras, que en días sucesivos, lenta y pacientemente, sacaríamos, siempre en la sospecha de que allí podría haber algo interesante. Los días 20, 21 y 22 de agosto, fueron los seleccionados.
«Limpia la tierra -decíamos en nuestro diario- dimos con los siguientes materiales: Varios trozos de cristal, muy finos y multicolores, restos de cerámicas «sigilata» hispánica, un trozo de vaso del mismo material, pero de importación, un pequeño aro de bronce, restos de carbón, casi petrificado...».

Llegamos, al fin, al pavimento. Sólo una tercera parte se conservaba del mismo, pero limpio de cualquier tipo de mosaico u otro adorno. El resto había sido roto y traspasado en épocas remotas, con la evidencia de unas manos inexpertas, presumiblemente en busca de algún «tesoro»... En nuestra limpieza sólo encontraríamos un trozo plano de material muy poroso, parecido a cerámica, blanquecino, del tamaño de un folio-holandesa, y que tras su estudio por el Eeperto, nos daría solución a otra de las incógnitas...
El 24 de agosto nuevamente el Arqueólogo llegaría al mausoleo, esta vez acompañado por el Alcalde de Ubrique. La Pandilla recibió una efusiva felicitación por los trabajos de limpieza llevados a cabo en el monumento. La verdad que estaba radiante de limpio...
Sobre el pavimento primitivo habían quedado las tres rocas descritas en anteriores párrafos, dos que creíamos puertas y otra que interpretábamos como ara o estela funeraria. Estas hipótesis nuestras se vinieron abajo cuando se nos explicó que la que tenía forma de “L”correspondía al cerramiento, y las otras dos, planas, eran del revestimiento exterior. Lo que en principio fue pena, por no haber acertado, se trocó en alegría, ya que todas las rocas eran vitales para conocer a la perfección el primitivo estado del Monumento. La del cerramiento de entrada daba la definitiva altura del mismo y el arranque de la bóveda de medio cañón (recuérdese que la bóveda, longitudinalmente, estaba rota). Y las otras dos correspondían al revestimiento exterior del que formaban parte a manera de zócalo.
¡Debió de ser muy bonito el monumento! Todo de piedra, como una pequeña casita.
Lo que creíamos gozne para el giro de la puerta, eran las huellas de unas grapas para unir unas losas con otras par formar el revestimiento exterior. Como es lógico faltaban muchas, (usadas en posteriores épocas para la construcción de viviendas de los alrededores), pero días más tarde encontramos una que sería la anécdota más graciosa que nos aconteciera en esta pequeña aventura y que relataremos en su momento oportuno.
Hechas las oportunas sugerencias sobre el interior del monumento, hicimos una reconstrucción imaginaria de su exterior y, aunque su bóveda estaba rota a todo lo largo, los datos que teníamos nos daban una claridad de visión, de cómo se encontraría en la antigüedad, sobre todo, su cubierta, tejado típico en esta clase de monumentos, con vertientes a dobles aguas, recubierto con tégulas planas, que descansarían sobre las paredes verticales recubiertas del zócalo y, cerrado en su cara este con la roca en forma de «L».
Poco más podíamos hacer en aquel mausoleo histórico. La conclusión a la que habíamos llegado era la de encontrarnos ante un enterramiento fastuoso, de época tardo-romana comprendida entre finales del siglo II y principio del III. Sus enterramientos estaban en urnas de incineración, sobre pilares colocados alrededor de las paredes del interior del templo. Y para potenciar aún más cuanto antecede, tras el estudio detenido del fragmento de cerámica porosa y granulada, que referenciamos anteriormente, del tamaño de un folio-holandesa, supimos que correspondía a una de las caras de una urna de incineración.

DESCRIPCIÓN FINAL DEL  MAUSOLEO HISTÓRICO.
(Apuntes tomados de nuestro cuaderno diario de excursiones)


«Se trata de enterramiento de época tardo-romana, construido entre finales del siglo II o principio del siglo III, en un magnífico estado de conservación. Totalmente desconocido para la Arqueología nacional.
Se encuentra en un montículo de la finca “los Bujeos”, a un escaso centenar de metros de su caserío.
Su exterior, en el que emergen dos gruesos muros de la bóveda rota, está cubierto de tierra a manera de túmulo. Estos muros, exteriormente, miden 7 metros de largo, aproximadamente, ya que el «opus incertum», del que están construidos, presenta muchas irregularidades. La bóveda se encuentra rota en la dirección este-oeste, notándose en los extremos la existencia de «opus testaceum» que le servía de cerramiento.
En su cara este, arrancan unas escaleras, hacia abajo e interior, con seis peldaños de 26 cm. cada uno. Sus paredes interiores están formadas por sillares dispuestos simétricamente, de diversos tamaños, a manera de «opus vitatum», muy bien trabajados, en roca arenisca.
Su planta es de 3 metros de larga por 2,40 de ancha, pero si unimos la prolongación sobre el terreno de sus escaleras de entrada, su largura alcanza los 4 metros y medio.
El hallazgo posterior de restos de cornisas, así como una pieza de la puerta de entrada, facilita el estudio de la bóveda interiormente, y su arranque de medio cañón.
Una vez efectuada toda la limpieza, la altura alcanza los 4 metros.
El pavimento de «opus signinus» se encuentra roto en sentido este-oeste, que dando una buena parte de él, en el que se aprecia la gran calidad de su fábrica».
 
ANECDOTARIO:
El total de los días trabajados por la pandilla, en aquellos pagos de los Bujeos Altos, tenía que traernos alguna anécdota graciosa. No cabía la menor duda... Y aquello ocurrió el último día...
La idea de encontrar alguna lápida conmemorativa o inscripción, estaba casi siempre en nuestras cabezas. Pero... no había manera de encontrarla...
El último día de trabajo de rastreo, coincidente con el último agosteño, dimos un paseo final por los aledaños de la finca...
¡Qué alegría nos dio cuando uno de nuestros compañeros nos dijo que a la entrada de una vaqueriza existía una inscripción!... allí fuimos rápidamente, y en efecto, se trataba de una losa plana igual, a las encontradas en el monumento, correspondiente a su revestimiento exterior y... con letras apenas visibles, cubiertas por restos de paja y excrementos de vaca.
La limpiamos con toda delicadeza, y cuando pudimos leerla, el chasco fue mayúsculo. Decía textualmente:

AQUÍ LLEGO EL DIEZ DE OCTUBRE DE 1961 EL PRIMER COCHE



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Manuel Cabello Janeiro
Ubrique, 1986

sábado, 29 de enero de 2011

La historia de los Curtidos en Ubrique, por Manuel Cabello Janeiro

 

Ubrique visto por Manöel Pillard, 1974



Hace casi tres años que estamos recuperando el trabajo de nuestros padres, y al escanear el capítulo de las cien fuentes nos hemos dado cuenta de algo fundamental para nuestra historia familiar y la historia de nuestro pueblo en particular: aún no habíamos publicado la historia de los curtidos y de la marroquinería en Ubrique, publicada en 1992 en "Ubrique, piel al descubierto". 
Vamos a remediar rápidamente este olvido publicando los capítulos VII y VIII, si quieren disponer del texto completo, pueden consultar el siguiente enlace: 


Capítulo VIl
LA PIEL DE UBRIQUE. LOS CURTIDOS


El pilar fundamental de la economía ubriqueña es la PIEL, por la que de seguro se siente usted atraído en su visita, aparte del deseo de conocer el pueblo.
La piel constituye en el caso de Ubrique una verdadera cultura, importantísima, que comienza en la noche de los tiempos y llega a nuestros días.
Desde tiempos remotos el hombre conocía la curtición, es decir, los procedimientos necesarios para la conservación, empleo y uso de la piel, sabedor de técnicas transmitidas desde siglos, consistentes en la mezcla de las propias pieles, desolladas y frescas, con una amalgama de grasas y sustancias vegetales. Más tarde, los sarracenos introdujeron el alumbre y la sal común como curtientes, dando a sus productos más consistencia y duración.

La evolución industrial hace que, hacia la segunda mitad del siglo XIX estos procedimientos desaparezcan, dando paso a nuevas formas, más técnicas, de conservación de las pieles, a las que Ubrique, perezosamente, rehuyó.
De las diversas épocas del hombre-curtidor o "tenerario" (de "tenería" que es el lugar donde se curten las pieles), poseemos pruebas testimoniales fehacientes, recopiladas en nuestros trabajos de investigación(11-a).

(11-a) Acuerdo tomado por el Cabildo Municipal el 23 de mayo de 1823: "...sacar a subasta 10.773 arrobas de curtido (casca de alcornoque) para las tenerías..."
Utillaje de una tenería
Se encuentra actualemente depositado en
el Museo de la Piel de Ubrique

Depositadas hoy día en el Museo Escolar "Reina Sofía", al que venimos aludiendo desde páginas anteriores, se encuentran una serie de "raspadores" y "raederas", herramientas prehistóricas de sílex de cometidos bien definidos que servían a aquel hombre primitivo para "raspar y ablandar la piel", una vez el animal desollado.
Asimismo de época romana existen en el Museo antes citado, restos de tenerías, de los que destacamos ensambles y tuberías de plomo, unos procedentes de Ocurris, y otras del subsuelo de la Guardería infantil La Esperanza .
También se encuentra depositada una completa gama instrumental del utillaje que era menester en una fábrica de curtidos, algunas de cuyas piezas datan del siglo XVIII.

En el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla (Pl. de América), se encuentra expuesto un conjunto instrumental del utillaje de una TENERÍA, al igual que hay otro en el Museo Escolar "Reina Sofía". Ambos proceden de Ubrique.

El proceso evolutivo de la curtición en Ubrique no se explica más que por tener al alcance de la mano toda la materia prima con variados e importantísimos elementos curtientes: cal, sal y aguas (calcáreas) de sus caudales amplios y bien distribuidos por el pueblo.

A esta cal de su sierra penibética, a esta sal de la comarca (yacimientos salinos de Hortales, explotados anteriormente por ibéricos y romanos) hay que agregar el procedimiento curtiente mediante la casca o corteza tánica, tan superabundante en sus montes cercanos.
Con el paso del tiempo, este hombre-curtidor observa que su forma tradicional de hacer los curtidos, (de entre los que destacan ya los famosos becerros y suelas) requería mucho tiempo (cercano al año y medio para un buen acabado) y mucho espacio, lo que era igual a una gran inversión de capital muerto. Además no permitía satisfacer rápidamente la propia demanda. Estos inconvenientes, unidos a que se rehúsan las nuevas técnicas curtidoras, determinan la pronta agonía del casi medio centenar de tenerías existentes en Ubrique, establecidas en el margen izquierdo del río, que fueron cayendo una tras otra, desde principios del siglo XX, junto al río que las vio nacer.

Durante la postguerra del 36 e incluso en los últimos años de la contienda civil, algunas de ellas fueron reabiertas y militarizadas, y su producción fue destinada principalmente a los ejércitos, al tiempo que otras, "oscuras" y de economía sumergida, producían directamente para el comercio conocido como "estraperlo".
Ubrique,valle, vergel para caza y pesca.... escarpado suelo...
Foto: Manuel Cabello Janeiro



En la década de los cincuenta, ante la maltrecha situación del sistema curtidor y viendo que iba abocado a la ruina y la desaparición, hubo dos empresarios (Don Ángel Janeiro y Don José Corrales), que pretendieron la continuidad de los curtidos, cambiando esos buenos "becerros" y suelas por pieles más finas, para la marroquinería; meta que alcanzaron con muchos gastos y dificultades, aunque muy pronto también sucumbieron.
Hoy día, de aquel mundo curtidor, tan solo queda el recuerdo histórico de su presencia, alguna "tenería" en estado lamentable y ruinoso y algunos dichos y aforismos, como aquel nefasto que decía: ¡En Ubrique, mala mosca te pique...!
La explicación de esta frase es bien sencilla:

Cuando se traían a Ubrique pieles secas para ser curtidas, sometiéndolas primero a la depilación en noque de cal viva y luego a la curtición gradual, generalmente con cortezas de tanino, se daban casos, aunque muy raros, de venir pieles carbuncosas (afectadas por una enfermedad virulenta y contagiosa, mortífera en el ganado y que inoculada en el hombre puede llegar a producir la muerte).
Aquel maravilloso "becerro", del que quedan buenas muestras de piezas antológicas fabricadas en su piel en colecciones particulares, aquel recuerdo humano de fenomenales tenerarios, casi envueltos ya en la historia y la leyenda, como Sebastián Macías, Fernando Venegas, Vicente Romero, Juan Suárez, José Nuñez, "El Zamorano", Almeida y como empresas José Rubiales, Juan Flores, Miguel Romero, Manuel Esquivel, José Corrales, Manuel Rojas, Ángel Janeiro, Juan Gutiérrez... y un largo etcétera que se pierde en un amplio espacio de veinte siglos durante los cuales se curtieron pieles en Ubrique.
Tan famosísima llegó a ser esa piel, que se creía, y aún siguen creyendo algunos que "el ubrique" era un animal peludo de la sierra.
En recordada visita realizada al doctor Jiménez Díaz, nos comentó que "alguien de su entorno pretendía tener una cartera hecha de un ubrique que su padre había cazado por estas tierras..."

viernes, 31 de diciembre de 2010

Ocurris en las "Inscripciones romanas en la provincia de Cádiz"

  "Inscripciones romanas de la provincia de Cádiz"
por don Julián González Fernández, 1982


Por Esperanza Cabello

Estos días son muy apropiados para realizar todo tipo de investigaciones. Estábamos enfrascados en la búsqueda de un libro en casa de la bisabuela sobre la heráldica municipal de la provincia cuando nuestro tío Eduardo Bernal nos ha mostrado un magnífico libro, también de la provincia: "Inscripciones romanas de la Provincia de Cádiz", escrito por el Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla, don Julián González Fernández, en 1982.
Nosotros, sin haber tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, habíamos oído hablar mucho de este profesor, puesto que fue uno de los personajes fundamentales para la puesta en valor del yacimiento romano de Ocurris y el experto filólogo al que recurrieron nuestro padre y don Salvador de Sancha en cuestión de inscripciones.
Hemos aprovechado la ocasión para detenernos un poco en las cuatro inscripciones romanas conocidas relacionadas con Ubrique que don Julián hace constar en su libro, y así las recordamos un poco:


La primera inscripción continúa desaparecida



Se trataba de una inscripción honoraria encontrada en el Salto de la Mora (Benalfi Alto) por don Juan Vegazo en 1792 y cedida al Museo Provincial de Cádiz por don Antonio Guerrero posteriormente. Medía 0,75 de altura por 0,64 de anchura y se puede fechar en el año 142 después de Cristo. Fue ofrecida al emperador Hadriano por la "PVB OCVRITANOR"
Esta inscripción desapareció, no sabemos cómo, de los fondos del museo provincial.




Inscripción honoraria de Cómodo
Se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Cádiz


La segunda inscripción a la que hace referencia don Julián González es la que se conserva en el Museo Provincial de Cádiz actualmente, se trata de una inscripción honoraria en placa de mármol que mide 0,59 m. de altura, 0,475 m. de anchura y 0,095 m. de grosor. Fue descubierta en las mismas circunstancias que la anterior y cedida al museo por don Antonio Guerrero y el alcalde de Villaluenga, don Antonio Segovia.
Fue ofrecida al emperador Commodo por la RES. P OCVRITANORUM. La fecha de 186 después de Cristo ha de aceptarse con grandes reservas.


Como anécdota, en clave de humor, queremos comentar que el profesor González explica que "tal vez se haya producido un error en la grabación" y "que los números de las magistraturas no se corresponden entre sí". 
Lo sentimos, amigo Cayo, a pesar de los años hay quien piensa que quien se equivocó fue el lapicida.



Pedestal de Postumia
Encontrado en Ocurris en 1824


La tercera inscripción a la que se refiere el profesor González es la grabada en un pedestal de grandes proporciones, encontrado en 1824 en el Salto de la Mora y que fue utilizado como pilar de una casa en la calle Méndez Núñez, junto al río, por lo que está muy deteriorado. 
Es un pedestal de 1,39 m. de altura, 0,47 de anchura y 0,41 de grosor. Las letras son muy elegantes, probablemente del siglo II después de Cristo.
Don Julián sitúa el pedestal en la Plaza Mayor de Ubrique. Suponemos que es el mismo que actualmente se encuentra en la Plaza de Misión Rescate, aunque habrá que confirmar esa suposición.


Inscripción honoraria de Antonio Buco
Encontrada en 1936 en Ocurris


La última de las inscripciones romanas relacionadas con nuestro pueblo es este fragmento de placa de mármol blanco, posiblemente del siglo III después de Cristo, encontrado en abril de 1936 en la "segunda necrópolis" de Ocurris, que actualmente forma parte de una colección particular en Sevilla.

Todos los datos, transcripciones, referencias e imágenes que hemos utilizado corresponden a la edición de la Diputación de Cádiz de 1982. En el libro (disponible en la Biblioteca Municipal) podemos consultar todo lo necesario y leer las transcripciones completas de las cuatro inscripciones.



Es un lujo haber podido volver a leer estas páginas sobre las inscripciones romanas relacionadas con Ubrique. Siempre hay ocasión de aprender y entender un poco mejor lo que nos rodea de la mano de un experto. Y nos alegramos de saber que el profesor González continúa con su trabajo, sus publicaciones y sus investigaciones
Las inscripciones y las piedras talladas nos recuerdan aquellos tiempos en los que recorríamos con nuestro padre todos los campos de nuestra sierra, fijándonos en cada muro, en cada piedra, en cada detalle, buscando siempre algún vestigio de nuestros antepasados.


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