viernes, 19 de junio de 2009

Manuel Cabello Janeiro, Historia de los Curtidos romanos y árabes en Ubrique



Esta fotografía, tomada en el momento de la presentación del primer libro de Manuel Cabello, "Ubrique, encrucijada histórica" guarda aún la alegría y la satisfacción que sentía en el momento de mostrar a todos su trabajo. Por fin había conseguido plasmar muchas de las experiencias que había vivido con sus alumnos y sus compañeros, había conseguido publicar su primer libro, y estaba rodeado de sus compañeros, sus amigos y su familia. Francisco Collado y Salvador de Sancha habían escrito la presentación y el prólogo de la obra. Juan de Dios Carrasco Janeiro y José Núñez Fernández se habían encargado del diseño, la reproducción y la portada. Esperanza Izquierdo, su mujer, se había encargado de las correcciones y Leandro Izquierdo había escrito una poesía para la presentación.
La obra la dedicó a su familia, y es un tesoro para todos los ubriqueños, porque en veintisiete capítulos trata temas relacionados con la historia de nuestro pueblo y la comarca.
Ya escribimos el capítulo XX, que trataba del descubrimiento de la Mesta en Andalucía, y a continuación transcribiremos el capítulo VI.



CAPÍTULO VI
CURTIDOS ROMANOS Y ÁRABES

El Rodezno, en otro tiempo tan verde y exhuberante, había perdido no decimos un poco, sino un mucho de su grandiosidad y belleza pasadas. Aquel pequeño rincón ubriqueño era algo así como el centro para la vida ciudadana, no sólo para el solaz y el recreo, sino para una actividad febril en varios aspectos.

Dos o tres molinos (uno de ellos, conocido como el de Cotrino o el del Nacimiento, fue en 1986 sede de la primera Fábrica Municipal de Luz, y principio de la central autóctona de la "Eléctrica de la Sierra". En aquel antiguo molino se molturaba el trigo durante el día, y por la nocha se producía la electricidad) hacían girar sus descomunales ruedas harineras con el agua que, procedente del cercano nacimiento de la Cornicabra, caía en cascada sobre los arcaduces o cangilones de una noria conectada a la rueda dentada que engranaba con la principal de la tahona, y que en el argot molinero se conocía como "rodezno", de ahí que a la zona se la hubiera bautizado ya con el nombre de "El Rodezno". Y debió de ser muy antigua la instalación de estos molinos, porque escudriñando en las ruinas de uno de ellos, en determinada ocasión, encontramos una piedra escrita a manera de lápida, que conservamos y que textualmente decía:

"JHS (es un símbolo religioso) ESA OBRA HIZO GASPAR Y CABEZA AÑO DE 1682"

Como puede inferirse se trata de una lápida conmemorativa escrita en castellano antiguo, y para nosotros, los de la pandilla, de un hallazgo más.

Las aguas enfurecidas por la caída, salen al exterior por debajo de los molinos y como despedidas hacia afuera, formando arcadas reverberantes.

Y era bonito, porque, tiempo atrás, amén de aquel oficio de panadero, también se ejercitaba allí el de las lavanderas, mujeres que con paneras de madera o corcho de escalones redondeados longitudinales, realizaban el lavado de la ropa en aquellas limpias y frescas aguas, con tan sólo "jabón del verde" (hecho en labor artesanal con la cáustica y el aceite) y el agua. Y sobre todo ... ¡mucho pulmón! para una tela más pulcra.
Aquellas mujeres daban al ambiente un tono de jovialidad y alegría. Era muy agradable estar en el Rodezno!
Las aguas salidas del molino formaban un pequeño afluente del río de Ubrique al unirse con otro pequeño arroyo que procedía del Rano,y se fundían en el Llano del Río, como a cien metros más abajo. A partir del Rodezno y casi en ese centenar de metros se sucedían los molinos harineros, movidos por la misma agua, y las TENERÍAS, que precisamente aquella misma tarde en que nos habíamos citado allí pretendíamos conocer con más detalle, ya que hacía bastantes años que estos centros de producción de "pellejos curtidos" (fenomenales pieles que a través del tiempo habían dado origen a la famosa marroquinería ubriqueña) habían desaparecido; tan sólo quedaban allí ruinas y desolación. Era el imperio de la salvaje vegetación y de las ratas!

Lo mismo ocurría con los molinos harineros que habían desaparecido, todos menos unos, que , levantado sobre ruinas pasadas se había enganchado en el carro del progreso...

En realidad estábamos muy interesados por conocer una fábrica de curtidos, porque nos habían comunicado desde el Ayuntamiento que durante la Segunda República el número de tenerías a lo largo del río de Ubrique pasaba del medio centenar y que durante la Guerra Civil se militarizaron las que quedaban en número de cuarenta.

En el propio Rodezno habían existido cinco tenerías, de las que a su dueño sólo quedaba una, propiedad de Don Manuel Rojas, muy decrépita y en ruinas. Las otras cuatros habían desaparecido ya, por ampliación del camino de la Esperanza, paralelo al río, o por adecuación para viviendas. Así pues, sólo podíamos investigar algo en lo que quedaba de la del señor Rojas.
Efectivamente era una auténtica ruina. Tuvimos que penetrar en ella en guardia ante el posible evento de un desprendimiento, y mientras lo hacíamos la primera pregunta que dirigimos a su dueño fue que por qué junto al río de Ubrique habían funcionado tantas tenerías. Su contestación fue inmediata: "El agua es de gran calida para los curtidos, por su alto contenido en cal, magnífico curtiente que se emplea desde la más remota antigüedad."
-Pero los curtidos -inquirimos- ¿a qué fecha se remontan?
-Creo que existen documentos exactos de la curtición de las pieles en el Antiguo Egipto, contestó el señor Rojas, y a través de pinturas jeroglíficas se puede determinar más o menos fecha y manera de hacer el curtido.
- Y concretamente en Ubrique, ¿desde cuándo?
- Pues, hijos, eso ya no lo sé yo. Tengo cierta idea, pero es posible que entre en el campo de la hipótesis y la fantasía, de que los árabes supieron ya hacer una curtición tan perfecta, que muchas de sus rodelas y escudos de guerra estaban confeccionados con piel de Ubrique. me refiero a los árabes que ocuparon España durante casi ocho siglos. Os enseñaré en el interior una piel curtida no sabemos en qué fecha, porque cuando se compró esta fábrica, que lo hizo mi padre, sobre los años treinta, ya estaba aquí. Verán ustedes qué dureza, qué curtición tanto que sería muy difícil que la traspasara una flecha ni cualquier otra arma por el estilo. Además observaréis su ligero peso.

Y, efectivamente, nada más traspasar el umbral del segundo portón, al entrar en una habitación que olía a abandonada, dándonos cierta sensación de antigua oficina, pudimos ver por entre las maderas rotas de un viejo estante algo parecido a una manta mal doblada. Se trataba de una piel de becerro gruesa curtida en Ubrique hacía más de treinta años y que los familiares el señor Rojas usaban de vez en cuando , cuando eran necesarias unas "medias suelas" para los zapatos. Era dura como la madera, y su peso, a pesar de su gran tamaño, no debía de ser grande, de unos diez o doce kilos. Con estos datos no nos extrañaron las asevaraciones de nuestro acompañante.

Penetramos más al interior, una especie de patio porticado donde estaba el "alma mater" de su pasada industria. Todo indicando ruina: vigas caídas, tejas rotas por los suelos, desconchones, telaraña, enfin, un caos.

No obstante pudimos comprobar que en el suelo se hallaban dispuestos varios pilones o pequeñas piscinas, todos muy profundos , alcanzando los dos o tres metros de profundidad. El tamaño era muy irregular. Se ajustaban en realidad a las medidas de este patio porticado. Unos mediría, sobre superficie, 4x5 metros, otros 4x2 y así en este orden hasta completar seis pilones o noques, distribuidos cuatro semejantes en paralelo y dos a todo lo largo del rectángulo que formaban los cuatro mencionados.

-He ahí, dijo el señor Rojas, donde estaban los pellejos para su curtición. Contenían aguas preparadas para descarnar, depilar y conservar. Todo se hacía de manera natural, a base de sal común, que la traían las bestias desde las Salinas de Hortales, que ustedes ya conocen; curtientes como el tanino y el tejido suberoso de la encina y el alcornoque, y la cal, principal elemento en la curtición.

Una vez tratadas las pieles, continuó animado nuestro anfitrión, se pasaba al laboreo, sobre esas mesas que aún, milagrosamente, se canservan en pie. Esa de formas redondeadas e inclinada sobre el suelo, se usaba para el trabajo "de rivera", que era el primero que se efectuaba sobre las pieles, junto al río, por donde se mandaban las inmundicias de pelos, lanas y carnazas.

En las otras mesas, como veréis de mármol encuadrado con madera, se efectuaba el trabajo de "rematado", donde la piel, libre ya de todas las impurezas, recibía manipulaciones de perfeccionamiento hasta conseguir un curtido de gran calidad, que siempre fue muy famoso.

-Archiconocida era, prosiguió, la piel de Ubrique, hasta hay quien piensa que "el ubrique" era un animal especial...

Todos reímos la salida.

¿ Y cuánto tiempo se tardaba en curtir una piel? Fue en ese momento la pregunta obligada.

- Pues, más o menos... mirad, nos dijo, esa piel que hemos visto en la oficina, mi padre nos decía que habían tardado por lo menos dieciocho meses en prepararla. Nada menos que año y medio ¿Qué os parece?

Le tocó el turno al instrumental. Sobre las paredes había de todo. Y por los suelos ¿cómo no? también. Trás un simple ojeo pudimos catalogarlos en dos grupos, en los que las únicas diferencias se manifestaban por el tamaño. Después supimos que los instrumentos de uno de los grupos se llamaban estiras, y los del otro cuchillos. Estos últimos eran los más grandes, como de medio metro cada uno. Básicamente estaban fromados por una larga hoja de acero, semicurva, a manera de mandoble, en cuyos extremos se encontraban los mangos de madera. La piel, salida del noque correspondiente (unos con cal, otros con salmuera, otros con los curtientes) y bien reblandecida, se popnía sobre el tablero "de rivera" y la destreza del tenerario o curtidor iba limando las impurezas que contuviera: pelos, carnaza y restos, con los cuchillos de pelar, descarnar, desollar, etc.
Estos restos pilosos, o epiteliales, se dejaban secar al sol, y de los mismos se obtenía una magnífica cola de carpintero, muy apreciada por su alta calidad.
Seguía el proceso y la piel, después de varias semanas en los noques correspondientes, pasaba al tablero o mesa de rematado, donde con los otros instrumentos, llamados estiras, más pequeños que los cuchillos, como de 15 centímetros, le iban dando la consistencia necesaria y el ahormado preciso para que quedara una piel de bonito acabado.

La visita fue muy entretenida y quedamos satisfechos, pero lo estuvimos aún más cuando le pedimos al señor Rojas unas muestras del instrumental y algunos objetos en desuso de la tenería, y muy amable nos lo regaló.

En nuestras manos quedaba todo un muestrario de piezas de antología, correspondientes al instrumental de una fábrica de curtidos antigua que había desaparecido por imposición de la vida moderna que había aportado nuevas técnicas para la curtición. Gracias a nuestra visita este material se salvaba, y con la mejor ilusión prometimos guardarlo hasta que se creara el MUSEO DE LA PIEL DE UBRIQUE.

Después hemos buscado y rebuscado por otras antiguas tenerías ubriqueñas, sobre todo por aquellas que se militarizaron entre los años 1936 y 1943, pero no pudimos encontrar nada más. Todo había sido aniquilado por el abandono.

Nuestras conclusiones de estas visitas fueron muy claras y concisas. Bien merecían las tenerías un profundo estudio etnológico, por la importancia vital que han tenido para Ubrique, no sólo para su desarrollo comercial, sino porque el curtido ha sido la base fundamental para hacer de Ubrique CUNA DEL ARTÍCULO DE PIEL. Historiadores y etnólogos son lo que Ubrique necesita.

x x x

Salimos de la tenería. Frente por frente, de nuevo nuestro Convento, ahora en silencio trás la exclaustración de la comunidad capuchina que lo ocupara hasta el año 1936. Sólo queda como testimonio religioso el ser Santuario de la Patrona de Ubrique, la Virgen de los Remedios. Y junto a él, saliendo casi de sus pies, unas enormes arcadas, doce en total, que soportaban una conducción de agua a través de un canal que pasa por encima, a manera de acueducto romano.