lunes, 23 de octubre de 2023

Memorias de Misión Rescate: el compluvium de Ubrique

 




Por Manuel Cabello Janeiro (1975)




            Nada nos hacía pensar que aquel verano que trabajamos en el mausoleo, nos trajera tantas sorpresas. Nuevos afloramientos arqueológicos se iban prodigando con increíble velocidad.
            En aquel entonces, una modestísima piedra, perfectamente trabajada, y que le llamábamos “piquera” o “pitera”, nos daría la pista de uno de los descubrimientos más interesantes del Grupo 208, en aquel cálido verano.
            En la época que lo descubrimos, servía de bebedero para uno de los perros de la cortijada. “In situ” lo fotografiamos, y de ello tenemos constancia en nuestros informes veraniegos y en nuestras memorias. Es de piedra caliza, magníficamente tallado, y cuyo destino era el recoger el goteo de aceites de una prensa molinera.

            En esos pagos, jamás, se recordaba la existencia de un molino de tal índole. Visto por el experto, lo señaló de un molino romano.
            Y como siempre ¿el porqué?¿el cómo? ¿el cuándo?
            Ya un mausoleo, una calzada, innumerables restos por doquier, y por si era poco en el interior del patio de la finca, una aljibe…
            Un aljibe cuya estructura no era muy corriente por la comarca…
            Aquello nos dio que pensar… En los días 10 al 13 de junio, en nuestros cotidianos paseos, ya la teníamos detectada. Don Salvador de Sancha, director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, inspector regional de excavaciones y a su vez director de las excavaciones arqueológicas en el Salto de la Mora de Ubrique, a requerimiento nuestro vino a visitar el mausoleo. Y en su visita del día 14 de junio, cuando subimos al caserío del cortijo, y después de charlar ampliamente con el propietario de la finca, don Miguel Bohórquez, le mostramos al Profesor el aljibe descubierto. Don Salvador no dudó un instante en señalarlo como aljibe romano.
           
            He aquí su descripción: Sobre superficie del terreno existe una pared bordeando a un brocal, de forma rectangular y cuyas medidas aproximadas son de 8 metros por 5 metros por 1 de altura. Todo el interior está relleno, aparentemente de hormigón moderno (decimos aparentemente, porque debajo de esta capa de unos 7-8 centímetros encontramos la primitiva superficie de “opus incertum” y que sirve de bóveda al compluvium). Sobre esta superficie existen tres bocas, de un metro aproximado de diámetro, dos de las cuales están tapadas y una de ella descubierta, por donde actualmente extraen el agua. Los bordes interiores de estas bocas, son los que delatan la presencia de obra romana, por sus especiales características. En estas primeras visitas, el interior tenía agua. Poca pero el dueño nos anunciaba que este año, debido al estiaje, procedería a su limpieza, allá a mediados del mes de septiembre. Este plazo, para nosotros nos venía largo. Queríamos continuar “sacando cerezas”.
            Cuando realizamos los primeros reportajes de fotos en el mausoleo, intentamos, en un primer día obtener alguna foto. Un desastre. Aquello no nos salió bien pues no teníamos luz suficiente. Solo salieron las de superficie. Al siguiente día, ya mejor preparados, realizamos un segundo intento. Lo iniciamos metiendo unas escaleras que había en la finca, pero la profundidad (después veríamos que eran 5 metros) no nos dejaba llegar al fondo. Pero nosotros erre que erre. Había que hacerlas. A Pepe Basallote, el más delgado del grupo, don Manuel lo amarró por las piernas y cabeza abajo, en postura nada cómoda, estirando los brazos todo lo posible, alcanzó a disparar varias fotos, en el interior. Estas si salieron. Y cuando las vimos, nos dieron que pensar. Pero dejemos esto para más adelante, y sigamos con la descripción.
            Su interior, totalmente liso, de paredes estucadas, que no pudimos estudiar bien, porque por la boca antes mencionada no daba campo de acción para nuestras miradas. Aunque si podíamos apreciar que tenía una bóveda inmensa de medio cañón.
            Todo aquel pretil, de superficie, como así mismo la tapadera, diríamos, del aljibe, era construcción moderna. Debajo estaba lo interesante. Máxime cuando don Miguel nos dijo que del interior habían salido las columnas que adornaban los jardines de la finca. En total, doce, seis en una parte, y otras seis en otra.
            Con el mismo cubo de sacar agua y su cuerda correspondiente, hicimos cálculo sobre la profundidad del mismo. Unos cinco metros. El agua que había en el fondo, como medio metro. No había peligro de entrar en él.
           
            Nos parecía interesante tomar medida de las columnas del jardín y así lo hicimos. Las que estaban en la espalda del cortijo eran las siguientes: 2 trozos de 100 centímetros, 2 de 80 centímetros y 2 de 60 centímetros, puestos sobre unas basas de cerámica latericia.
            Y los trozos que se encontraban en el jardín lateral de la casa eran: 2 de 120 centímetros, 2 de 90 centímetros, y 2 de 60 centímetros, todos estos con seis basas primitivas.
            Todos los tambores, así como las basas primitivas, estaban construidos en roca arenisca, predominante por estos contornos.



          Grupo de Misión Rescate en Los Bujeos




            La primera mirada a las fotos realizadas por el amigo Basallote nos hicieron abrir la boca de exclamación. Aquello era sorprendente. Aquello, más que un aljibe se parecía todo a un santuario o templo; se apreciaba una bóveda de medio cañón, a todo lo largo verdaderamente impresionante. Sus altas paredes, así como la propia fábrica, nos daba la impresión de encontrarnos ante un monumento soberbio… pero lo que más nos llamó la atención, al contemplar las fotografías, era que las paredes laterales presentaban huellas de estar fabricadas en sillares, revestidos de estucos, y no de “opus incertum o signinus” como lo está cualquier obra hidráulica romana. Aquello era para pensar, y máxime, cuando en las esquinas interiores del monumento no veíamos esas “curvas” propias de los recintos hidráulicos, y que los romanos hacían en defensa de la presión del agua. Era para pensar. Nuestras mentes trabajaban sin descanso. ¿Sería aquel aljibe otro mausoleo? No uníamos aquel recinto, por ninguna de las características que observábamos, con recinto hidráulico. La pregunta quedaba en el aire. Además, aquellas columnas sacadas del interior…

            Lo mejor que hicimos fue concertar una visita con la señora viuda de don Miguel Bohórquez Vecina, el antiguo propietario que mandó hacer el aljibe.
            Esta la llevamos a cabo el pasado 22 de agosto. Por la tarde, en su casa de Ubrique. Nadie mejor que ella nos podía dar datos de dicho aljibe.
            Fue larga la visita. A todos nosotros nos recibió con mucho agrado. Es una señora mayor, atentísima y con una memoria envidiable.
            Hablamos largo y tendido sobre la construcción del cortijo y del aljibe.
            Primitivamente existía un pequeño caserío, gañanía y vaqueriza. En el cerro más alto de los contornos, ya el padre del difunto don Miguel, es decir el suegro de la señora recordaba ella, quería haber construido un amplio edificio porque, según decía, (él era médico) no había lugar más saludable. Con esta idea el hijo, allá en 1.919, comenzó las obras del nuevo caserío. En su lugar, había habido de siempre un huerto. Recordaba que las cosechas, sobre todo de patatas se daban muy bien, pero en el lugar que ocupa hoy el aljibe, unos 40 metros cuadrados, no había patata que se desarrollara.
También los propios campesinos nos agregaban que cuando se trabajaba en ella “oían a hueco”. Ante esta perspectiva y metido de lleno en la obra de construcción de la nueva casa, don Miguel excavó en la zona que referenciamos. Se dieron de cara con un pavimento revestido de mosaico. ¡Oh atraso!, lo rompieron para ver que había debajo. Nos contaba la señora que tenía unos colores muy bonitos, así como los dibujos que ella cree recordar eran de tipo geométricos. Ahondando en nuestra conversación, nos señaló que un hermano de su esposo, afamado médico, también ya desaparecido, recogió una muestra de este pavimento o mosaico, pero lamentablemente también se perdió. Después bajarían, por una de sus bocas hacia el interior, y que dentro sacaron los más diversos materiales. De entre ellos, esas columnas que sirven de adorno al cortijo, algunas monedas y otros restos.




 




            Las fotos por un lado, las explicaciones de la señora por otro, la gran cantidad de materiales por el otro, y mirando y remirando el cerro, el descubrimiento nos hacía pensar en que nos encontrábamos ante otro gran templo funerario, parecido al del Salto de la Mora, con dos plantas, conservada la parte de abajo, (lo que hace hoy de aljibe), y la planta superior, con restos de su altar en el mosaico desaparecido. Aquello de ser cierto sería un extraordinario descubrimiento…



         Grupo de Misión Rescate, marzo de 1968




            El sábado, día 23, llamamos a  don Salvador y le contamos todo. No se sorprendió si se alegraba de cuanto le contamos, porque aquello venía a potenciar su hipótesis de que en aquel lugar había existido una gran “Villa Romana”, y que el aljibe correspondía al “compluvium”. Interesante era, interesantísimo, porque por el estado actual de lo descubierto, se podría realizar un magnífico estudio monográfico.
            El mismo día 24, domingo, nos trasladamos al lugar. Cuanto habíamos charlado en días anteriores se confirmaba. No obstante deseaba ver unas buenas fotos del interior para emitir su definitivo dictamen.
            En la semana del 23 al 30 de agosto, estas fueron hechas y llevadas personalmente por don Manuel, nuestro maestro-jefe, a Bolonia, donde se encontraba de inspección don Salvador. A la vista de las mismas, y con las explicaciones de  nuestro maestro-jefe,  dictaminó definitivamente sobre el compluvium.
            Como decimos, en la semana del 23 al 30, realizamos los preparativos para entrar en el compluvium. Había que encontrar unas escaleras, estrechas y suficientemente largas para poder penetrar. La tarde del jueves, día 28, allá nos dirigimos. Iba el grupo completo, más dos de los antiguos batidores, que nos habían ayudado en la limpieza del mausoleo, y un fotógrafo local, el señor Infantes, con las cámaras y pertrechos necesario, para no fracasar en nuestro intento. Las escaleras no las facilitaron los electricistas del municipio. Tienen, exactamente cinco metros de largo.
            El primero en entrar fue don Manuel. Con cierta reserva pues vimos salir algunos bichejos del interior. Una vez abajo, nos fue llamando a todos, que bajamos al interior.
            Sorprendente, extraordinario, majestuoso… no hay palabra para calificarlo. Aquel monumento nos encogía el espíritu por su grandiosidad…
            Fotos, medidas, rastreos…
            Las paredes laterales, levaba razón don Salvador, primitivamente, cuando se descubrió por don Miguel, habían sido limpiadas de su estuco de opus signinus, y habían sido revestidas con cemento moderno. (Ya pensó este señor que lo que descubrió le serviría para aljibe). Su suelo muy irregular. El pavimento primitivo también había sido arrancado. Tan irregular, que ha poca agua que quedaba en algunos sitios tenía más de medio metro, mientras que en otros, había pequeñas isletas de rocas que emergían, y que a nosotros nos venían de perilla, porque sobre ellas descansábamos de la frialdad tan enorme que el agua tenía. Además, estábamos descalzos y notábamos el frío…
            Miramos muy detenidamente las paredes, para ver de encontrar alguna huella del revestimiento primitivo, y fue don Manuel, quien en un rincón, concretamente el que da a la cara del actual brocal el que encontró, por fuera del agua, la huella indeleble del revestimiento antiguo, un magnífico opus signinus, que posiblemente los trabajadores habían dejado allí. Esto nos agradó muchísimo, porque nos lo databa a la perfección.

            Tomamos las medidas necesarias y rastreamos toda el agua que había, por si encontrábamos algo de interés.
            Los resultados de las medidas fueron los siguientes: 6 metros, exactamente de largo, 3 de ancho y 5 de alto, al cenit de la bóveda, perfecta, de medio cañón. El arranque de la misma, lo hace sin adorno alguno, y a 4,20 metros de altura.
            En cuanto al rastreo, pudimos encontrar, ayudados por linternas, restos de algunas “tessella” desprendidas en su interior, pero sin color alguno, y desunidas. Todas eran casi iguales, de casi un centímetro cuadrado.
            Rastreando el exterior, en ocasiones anteriores, intentamos dar con alguna pero lo que encontramos, aunque parecido, carecía de interés, según nos manifestaba don Manuel.
            Después, nada más de interés…






            Nuestra alegría y contento no puede ser mayor. Nuestro nuevo descubrimiento de un compluvium viene a potenciar más la zona arqueológica ubriqueña. En nuestras Crónicas Generales, que enviamos adjunto a las presentes memorias acompañamos un plano de localización de estos restos arqueológicos, y que tanto interés tienen, no solo para la historia local, sino nacional.
            Una vez más el grupo, sin reservas de ninguna clase, y entregado totalmente a la tarea, ha finalizado este trabajo, en un tiempo “récord”.
            Todo sea por “la cereza que se enganchó en la siguiente cereza”.


Ubrique- septiembre 1.975

 


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El cristo de Benaocaz, talla de Antonio Asensio de la Cerda, 1766

 





Por Manuel Cabello Janeiro (en 1975)


Nada mejor para dar comienzo a este trabajo, circunstancialmente demorado en tres ocasiones, que comenzar con el principio de la última vez que intentamos dar por finalizados nuestros estudios sobre la colosal talla del Cristo benaocaceño.

            Corría el mes de septiembre de 1974. No hace aún un año. Como siempre la ilusión puesta en un trabajo que creímos terminado. ¡Pero no!
Decíamos entonces:



“Es tremendamente difícil comenzar un trabajo que de por fuerza ha de tener un final y esta es la hora, 1 de septiembre de 1974 que no podemos dar por finalizado. Como siempre, lo que mucho vale mucho cuesta. Y seguíamos…



            Febrero, 1972.- Circunstancialmente, nuestro Grupo 208 había iniciado una excursión a Benaocaz, bellísimo pueblo de la Serranía Gaditana. A escasos kilómetros de Ubrique, siete por carretera y cuatro por vereda o trocha, se asienta en la sierra del Cao. Pueblo de gran raigambre histórica, (se le conoce como fundación del “hijo de Ocaz”, reyezuelo árabe, en la época de nuestra Reconquista), hoy reposa tranquilo junto a las moles gigantescas de sus montañas, en espera de un porvenir mejor.

            Sus aproximadamente quinientos habitantes son gente de lo más amable y agradable que pudiera imaginarse. No podemos destacar a ninguno, porque desde su alcalde don Marcos Orellana Puerto hasta el último benaocaceño, todos se han volcado en atendernos cuantas veces hemos tenido que subir para el estudio de la talla.

            Sus escuelas, pertenecen, o mejor dicho, están administradas por la dirección del Colegio Nacional de Ubrique.

            Por su clima de alta montaña Benaocaz goza en el verano de una temperatura envidiable, pero en la fecha en que realizamos nuestra primera excursión hacía un frío espantoso que recordamos perfectamente.



            El motivo principal para realizar aquella primera visita, en febrero de 1972, estaba relacionado con el problema que se le presentaba al pueblo benaocaceño tras la declaración en ruinas de su primer templo parroquial. Graves fisuras habían aparecido en la techumbre de su fábrica, amenazando inminente ruina y desprendimientos. Los buenos benocaceños, conscientes de su deber, habían decidido cerrar su primer templo parroquial llevándose todas sus imágenes, enseres, ornamentos, etc. a casas particulares, al Club Juvenil y a la  ermita de San Blas.

            Poco tiempo después, a principios de marzo, la nave lateral se resquebrajaba, terminándose por hundir su techumbre. A Dios gracias los benocaceños habían salvado a tiempo todo su tesoro parroquial.

            La curiosidad y el espíritu de estudio del Grupo 208 nos hizo ir en aquellos meses con relativa frecuencia, porque entre todas las esculturas descolgadas de su sitio. Había una que nos llamaba la atención: Se trataba de un Cristo Crucificado de un magnífico acabado. De su historial, nada ni nadie, podía darnos encarte.

            Con el fin de ir armonizando todos los detalles de estas memorias, conviene recordar algunos extremos relatados en diversos “informes” que en sus días emitía el Grupo. De entre nuestros archivos sacamos los siguientes:



Marzo, 1972… El Cristo de Benaocaz. Un nuevo dato tenemos que añadir a este objetivo. Se trata de que los más viejos del lugar  lo llaman el “Cristo de la Escuela”. ¿Tendrá esto que ver con lo que sospechamos sea la “escuela” de escultura, quizás la del escultor granadino Diego de Siloé? Si así lo fuera se confirmaría nuestra sospecha. Recordemos como en un posterior “informe” al descubrimiento de la talla, haciendo alusión a la inscripción de la misma creímos se trataba de un discípulo de Diego de Siloé, tesis que se vendría abajo al confirmarse la fecha de ejecución de la escultura que es muy posterior a la que creímos.
 Estos datos no restan méritos a la imagen.



Abril, 1972… El Cristo de Benaocaz. Hoy tenemos nuevos elementos de juicio e informamos sobre el tema. Hemos realizado varias excursiones para contemplar algunas tallas de las descolgadas. Para ello hemos pedido el correspondiente permiso a la autoridad, que nos ha sido concedido, y que adjuntamos a la presente.
 En su día se envió este permiso para constancia en el Programa y al momento presente carecemos de copia del mismo. No creemos que sea necesario adjuntarlo de nuevo, ya que se cumplió, como decimos, con este trámite.

            Algunas del as imágenes han sido llevadas a la casa del zapatero del pueblo, don Sebastián Ramírez Benítez, con domicilio en la Plaza Falange Española y en una de las habitaciones de su casa han sido depositadas.

            La que más nos llama la atención es el Cristo, en madera, de línea muy bonita.

            Las fotos (que adjuntamos) lamentándolo mucho, no son muy buenas pero pueden dar idea de la colosal talla.

            Mirándola y remirándola, ya que está apoyada en el suelo, don Manuel ha encontrado unas letras, de estilo gótico, en las que se puede leer más o menos: ANTONIUS ASIENSO D L FECEIT ANNO 1..7.6 (parece ser 1766).

            Como veremos, más adelante haremos las aclaraciones oportunas a todos los fallos que cometimos en nuestras primeras inspecciones.

            Continuando con lo que decíamos en aquel memorable informe (abril, 1972):"Como podrán comprender, esta escritura no está muy clara, y escribiremos a Bellas Artes en Sevilla para que nos lo aclaren. Tenemos la confianza de haber dado con una pieza valiosa".

           

            Efectivamente, escribimos a Sevilla y en brevísimas fechas, en mayo de 1972 (justamente hace en estos tres años), nos visitaron don Salvador de Sancha Fernández, Director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla y don José Gregorio Moya Balgañón, Inspector de los Servicios del Patrimonio Artístico Nacional, que  era entonces Conservador de Museo de Bellas Artes de Sevilla, a los dos acompañamos todos los componentes del Grupo, girando nueva visita a Benaocaz. Allí nos recibieron muy amablemente el párroco, don Jesús Bellido; el alcalde, don Marcos Orellana; el secretario del ayuntamiento, don Joaquín Garzón y el Hermano Mayor de la Cofradía, don José Álvarez.

            Su primera impresión sobre la talla fue extraordinaria. Verdaderamente les había gustado. Estuvieron allí toda la mañana tomando apuntes, fotos, datos, notas y cuanto para su trabajo de investigación necesitaban…

            Por último se marcharon, y quedaron en darnos soluciones al problema.

            Después, estas soluciones tardarían más o menos tres años en llegar.



            El Grupo 208, mientras tanto, estaba de lleno trabajando en dos de los objetivos que tenía como meta, “La valoración del Columbario” y la famosa “Cabeza deBronce”, aquella pieza que había aparecido de una forma casual, buscando “figuritas” para el Belén, y se había transformado en “un bronce pleno, de pátina verde oliva, pieza de aplicación, en magnífico estado de conservación, aún no publicada y que por su forma bien pudo servir de asidero para un oenochoe (una especie de jarra), o bien para cualquier otro recipiente…”. Fue un objetivo que alcanzó una Mención de Honor al final de la 7ª Campaña.

            Pues bien, este objetivo estuvo pendiente de sentencia nada más ni nada menos que dos años y cuatro meses. Y es que, como ya decíamos en aquellas Memorias de agosto-septiembre de 1973, durante todo el verano de 1972 estuvimos ocupados en la confección de las Memorias sobre el Columbario, objetivo que después sería Trofeo de Oro de Misión Rescate.

            No es por tanto de extrañar que el trabajo con nuestro Cristo fuera cayendo un poco en el “dejarlo para más adelante”.

            Con el curso 1973-1974, durante la octava Campaña de Misión Rescate, una serie de hechos se suceden casi correlativamente.



1º. Con motivo de nuestro viaje por el Levante español (premio anexo al Trofeo de Oro) en tierras alicantinas tuvimos el gusto de conocer al entonces Director de los Estudios de R.N.E. en Alicante, don Julián Crespo Moreno, del cual guardamos los más gratísimos recuerdos. Por necesidades de la Red, este señor vino al Campo de Gibraltar como Director de la  única emisora de R.N.E. existente en nuestra provincia. En su deseo de ampliar el campo de difusión de la misma, pidió al Ayuntamiento ubriqueño que se nombrara un Corresponsal local para atender esta zona de la Sierra Gaditana.

            Y por arte de “birlibirloque”, este nombramiento recayó en la persona de nuestro Maestro-jefe, don Manuel Cabello Janeiro. Así ha sido como nuestra provincia ha estado de lleno muy enterada de nuestras quisicosas de Misión Rescate, pues desgraciadamente, y ya lo hicimos contar en diversas ocasiones, las emisiones de nuestros programas apenas si llegan a nosotros. Tanto han calado en nuestra provincia estos temas asiduamente tocados por el corresponsal ubriqueño, que tenemos correspondencia de diversos puntos animándonos, felicitándonos, etc. Y que incluiremos en nuestro reportaje fotográfico



2º. Y para que la cosa no quedara en menos, otro nombramiento recayó en la persona de nuestro Maestro-jefe, con credencial del Ministerio de Educación y Ciencia, y procedente de la Dirección General de Bellas Artes, de la Sección 1ª del Patrimonio Artístico, como Consejero Local de Bellas Artes, tal y como decíamos en un feliz comunicado remitido al Programa con fecha enero 1974. En él decimos: “Este nombramiento, nacido al calor de Misión Rescate, es un galardón más que nos honra, haciendo partícipe de él a cuantos han promovido esta actividad en la Escuela.”

En informes remitidos al programa con fecha enero 1974, textualmente decíamos:
 “ En principios centraremos nuestros trabajos en el Cristo de Benaocaz, del que tenemos las mejores referencias. Ya sabe el Programa que dicho objetivo se propuso en la VIª Campaña, pero varias causas lo han demorado. Creemos que ya está a punto. También conviene recordar aquí que en el programa debe  haber constancia de un escrito de la Alcaldía de Benaocaz por el que se nos autorizaba a llevar a cabo estudios en sus límites municipales”.

Continuando con nuestro rastreo en nuestros archivos tenemos otro escritoa la vista,  de mayo de 1974 en el que entresacamos lo que sigue:

 “ Hoy nos harán entrega de varios reportajes fotográficos realizados en estos días pasados de vacaciones (puente de San José y Semana Santa), en el que hemos aprovechado el traslado de la imagen del Cristo de Benaocaz, desde donde estaba guardada, en casa del zapatero, hasta su recién arreglada iglesia.
 Nos explicaremos. En la VIª Campaña, habíamos declarado la existencia de un Cristo Crucificado en Benaocaz, en el que por cierto  habíamos encontrado una inscripción en el sudario. Después de muchos meses intentando descifrar el significado de ella (estaba muy borrosa) hoy podemos garantizar la legitimidad de la misma, así como su verdadero sentido. Y todo por un hallazgo casual de un libro muy curioso que nos facilitó el Hermano Mayor de la Hermandad de Penitencia del mismo Cristo, don José Álvarez Franco
El libro, forrado en pergamino, dice en su tapa: APUNTES SOBRE LAS IMÁGENES, RETABLEO, TERNOS Y PLATA DE LA SACRAMENTAL ERMITA. –OBJETOS PERTENECIENTES Y OTROS VARIOS. –COMPRENDE LOS AÑOS 1678 A 1914.

En dicho libro, y en su página tres encontramos la solución al problema que teníamos sobre la procedencia de la talla, adjuntamos fotocopia de la página mencionada. En nuestras Memorias, también enviamos fotocopia de la misma. Solo que tenemos un problema sobre si es Antonio o José, puesto que en la inscripción textualmente dice: ANTONIUS ACIENSO DE LA SERDA ME FECIT ANNO 1761 IN HAC VILLA DE BENAOCAZ, y en el dicho manuscrito aparece el nombre de José, y no obstante renglón más abajo, aparece el nombre de Antonio. La palabra “Acienso” (legible perfectamente en la inscripción, parece ser se trata de un patronímico, no reflejado en el libro. ¿Será Asensio?)



Siguiendo con nuestros archivos, casi nos interesa transcribir lo que en agosto 1974 escribíamos. Decíamos así:



“¡Que no! ¡Que no puede ser! Con cuántas ilusiones hemos caminado, en esta casi finalizada Campaña (la VIIIª), para al final no poder encontrar el certificado de la autenticidad y carácter de inédito de cuanto se refiera al CRISTO DE BENAOCAZ.

Por anteriores informaciones ya habrán visto cuánto de interés hay relacionado con la imagen. Pero las cosas se van complicando. Hemos tenido que realizar varios viajes a Sevilla, siempre con el mismo tema, y tras arduas deliberaciones y consultas, tanto el escultor, Acienso de la Serda, como la propia imagen, de una calidad sin precedente, son totalmente desconocidos. Se sospecha que el autor no sea de la Escuela sevillana, pues en este caso habría conocimiento de Bellas Artes, y no los hay, sino que pertenezca a cualquier otra escuela,  la escuela castellana, por ejemplo, incluso hay quien sospecha que sea de algún indiano desconocido.

Lo cierto y lo fijo es que causa admiración nuestra talla, de una exquisitez extraordinaria, a todos cuantos la han visto en Sevilla y que están íntimamente relacionados con Bellas Artes, pero que no acaban de dar en el clavo. No obstante don Manuel fue a visitar a don Salvador de Sancha, y por mediación de él se tienen contactos con Madrid y Valladolid, para ver las soluciones a este enigma…”



Un poco más adelante, de esta misma información al programa decíamos:



“A manera de anecdotario, conviene destacar en esta información que el pasado octubre 1973 y en la entrega de los Trofeos de la anterior Campaña (al Grupo 208 le correspondía una Mención de Honor por sus trabajos sobre la cabeza de dragón), asistió como representante de Bellas Artes en Madrid, el Inspector Nacional del Patrimonio Artístico, señor Moya Balgañón (en la actualidad Conservador del Museo del Prado) y entre los comentarios que hizo a don Manuel (que fue el solo el que acudió a Madrid, por tratarse de Trofeo de Honor) está el que consideraba al Cristo de Benaocaz como pieza única y de una calidad superior a los objetivos presentados en la pasada Campaña (no hay que olvidar que el Señor Moya Balgañón realizó un concienzudo estudio en Benaocaz, cuando le fue interesada su presencia por el Grupo en mayo de 1972).

¡Imagínense ustedes qué maravilla sería el haber encontrado algo verdaderamente excepcional…”



En este mismo “informe”, continuamos hablando sobre la autenticidad del autor, fecha de ejecución y lugar de creación, que por reiterativo en estas Memorias no transcribimos, pero sí uno de sus últimos capítulos en el que señalamos: “… Benaocaz es un pequeño pueblo. Unos 500 vecinos. Pues bien, en su callejero hay una calle con un nombre muy bien puede tener relación con el Cristo. Se llama Ascencio Gil. Nadie sabe quién pudo ser este señor, pues su nomenclátor es muy antiguo. ¿Tendrá esto que ver con el autor del Cristo?”

Y como última parte del sondeo en nuestros archivos, transcribiremos, por su interés para las memorias una parte del escrito enviado con fecha octubre 1974
Decíamos así:


“… Ya nos temíamos, y así lo hacíamos constar en las Memorias que tenemos escritas de la pasada temporada, que el Cristo de Benaocaz presentaría las dificultades propias del dictamen de los técnicos. Y… ¡Benditas dificultades!, porque estos tropiezos darán más valor aún más nuestros trabajos… si es que somos capaces de darles fin".
 Nos explicaremos:

Finalizado el mes de julio, en el que nuestro maestro-jefe estuvo ausente por unos cursillos de la 2ª Etapa de E.G.B., todo el mes de agosto lo dedicamos al montaje de las Memorias, redacción de las mismas, aportación de documentos y cuanto de interés para las mismas era necesario.

Por otro lado, aprovechando los días de asueto veraniegos el Grupo se desplazó a Sevilla para entrevistarse con el Director del Museo de Artes y Costumbres Populares, don Salvador de Sancha. A él le llevamos, como así también al Conservador del Museo de Bellas Artes sevillano, una serie fotográfica del Cristo y un pequeño historial de los trabajos llevados a cabo por el Grupo 208 durante los dos largos años que llevábamos estudiando esta talla.

Las primeras noticias no fueron nada esperanzadoras: Se insistía una y otra vez en que el Cristo era una maravilla, que era inédito, pero, y he aquí lo sorprendente, su autor, localizado por nosotros en la inscripción del sudario y en el manuscrito del pasado siglo, es totalmente desconocido en los catálogo estudiados.

A pesar de esta contrariedad nos pusimos, como hemos dicho, a intentar redactar aquellas memorias con la misma frase que al principio de este trabajo, decimos: Tremendamente difícil es comenzar un trabajo, que de por fuerza ha de tener un final, y esta es la hora, 1 de septiembre de 1974, que no podemos dar por terminado.

Desde nuestra visita a Sevilla en el mes de agosto no paramos de intentar que se emitiera el certificado técnico (porque siempre hubo un “pero”), pero la idea de que nos encontramos ante un autor desconocido o nuevo se fue acentuando más y más, hasta que por fin desistimos de remitir o presentar nuestras memorias hasta mejor ocasión.

Por un lado los organismos competentes de Bellas Artes remitieron a Valladolid el historial de la imagen y desde allí, confirmaban que el autor, a pesar de la belleza de la imagen, seguía siendo desconocido. ¡Más interés para el trabajo!



Nuestro Maestro-jefe hubo de trasladarse a Madrid por asuntos profesionales el pasado día 3 de octubre, casi finalizada ya la VIIIª Campaña, y aprovechó esta coyuntura para personalmente visitar al Jefe Nacional de los Servicios de Información del Patrimonio Artístico Nacional e Inspector Nacional de Bellas Artes, don José Gabriel Moya, pero esta entrevista no pudo tener lugar, aunque sí lo recibió su auxiliar, informándole de los conceptos ya conocidos: belleza, patetismo, valor y desconocimiento total de su autor.

Como es lógico de suponer, surgieron nuevas hipótesis, como la que trataba a su autor ANTONIUS ACIENSUS DE LA SERDA (mediados del XVIII) como extranjero, pero quedaba bien sentado que no se trataba de un autor ocasional, ya que la obra es perfecta y tuvo que haber hecho muchas más. Interesante noticia. No solo el Grupo 208, descubre una buena talla, sino que además, si la cosa sigue así, nos hemos encontrado con un artista no catalogado.



Y hasta aquí nuestro resumen sobre la labor realizada durante estos tres largos años.

Anecdotarios en este largo tiempo ha habido muchos y variados. Ahora recurriremos a “nuestro archivo memorístico”.

Cuando el obispo de Jerez de la Frontera, Monseñor Bellido Caro, vino a Benaocaz a la inauguración de la Parroquia en la Semana Santa del 74, el párroco de Benaocaz le presentó a los miembros del grupo y el obispo les felicitó con unas cordialísimas palabras. Esto a nosotros nos llena de orgullo y satisfacción, máxime cuando en la homilía que dirigió al pueblo benocaceño se refirió a los trabajos del Grupo en pro de conocer la autenticidad del Cristo que ocupa el altar mayor.

A través de nuestro álbum fotográfico (en el que esta vez hemos cambiado su tradicional formato, con una decoración sobre la “Rendición de Breda”) iremos describiendo esta colosal talla, que al presente ocupa un lugar preeminente de la imaginería española, y que, conocida desde siempre por los buenos benocaceños, hoy día tiene lugar de honor en el Patrimonio Artístico Nacional.





Ubrique, mayo de 1975



Manuel Cabello Janeiro






Nota a posteriori: Aunque aún no disponemos del certificado, hemos tenido conocimiento de una familia de imagineros de Cieza (Murcia): los Asensio de la Cerda. Pedro Asensio de la Cerda nació en Cieza en 1703 y se trasladó a Málaga con su hermano Antonio alrededor de 1725. En Málaga se asentaron Pedro y su hijo Vicente, siguiendo la escuela de Pedro Mena.

Antonio, por su parte, hizo tallas en varias provincias andaluzas, desde Granada hasta Cádiz, de él se conocen, además de la fantástica talla del Cristo de Benaocaz, las siguientes:



Virgen de los Reyes de Granada, la Virgen de los Dolores de San Juan de Málaga Dolorosa de Fe y Consuelo de Monte Calvario de Málaga, la Virgen de los Dolores de la Parroquia de Santa María de la Encarnación de Sedella (Málaga), el Niño Jesús Crucificado de la parroquia de Santa Cecilia de Ronda, el Niño Jesús de la Espina, del convento de la Caridad de Ronda, el Crucificado del convento de las Madres Franciscanas del Patrocinio de María, de Ronda; San Juan Evangelista y San Juan Nepomuceno, del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, de Olvera.





lunes, 7 de diciembre de 2015

El yacimiento arqueológico de Ocuri: Una aproximación histórica. Prólogo a su estudio


El yacimiento arqueológico de Ocuri: Una aproximación histórica. Prólogo a su estudio


Natalia Cabello Izquierdo. Arqueóloga. Ubrique
No sería muy desacertado afirmar que Ocuri es realmente un yacimiento en superficie, donde, como en muchos otros yacimientos en superficie, podemos obtener una lectura limitada sobre todo a nivel microespacial. Somos conscientes de que la información que nos puede aportar este importante yacimiento de la Sierra de Cádiz es comparativamente mayor que otros yacimientos temporal y espacialmente cercanos a él. Podemos documentar mayor o menor cantidad de items arqueológicos, restos cerámicos, restos constructivos... e incluso plantas de edificaciones que se observan en superficie. Sin embargo, tenemos que ser cautelosos a la hora de interpretar fases culturales, sobre todo en un yacimiento como Ocuri que, por los datos que tenemos, constituye un yacimiento con posibilidades de interpretación de varias fases culturales, abarcando varios siglos en los que ocurren una serie de hechos históricos, de transformaciones, que difícilmente podemos investigar e interpretar si carecemos de una secuencia estratigráfica, así como de un análisis del territorio que nos posibilite realizar un estudio a nivel histórico (social, económico, político) desde un punto de vista diacrónico, y compararlo con la evolución producida en otras zonas cercanas donde se han llevado a cabo estudios de investigación (los estudios que se han realizado hasta ahora en la Serranía y Depresión Natural de Ronda pueden valernos de marco de referencia porque por diversas razones, que más adelante iremos anotando, podemos argumentar que se ha producido en lo esencial -cambios en las estructuras sociales- la misma evolución histórica).
El presente trabajo no pretende en absoluto constituirse en el resumen de unos, por otro lado, inexistentes resultados de investigación; ni siquiera se ha seguido una metodología científicamente aceptable. Surge del ánimo con el que me siento tras la realización de los trabajos de limpieza y consolidación que hemos llevado a cabo en el yacimiento en el primer trimestre de 1997. Se trata más bien de una reflexión y recogida de algunos datos dispersos que hasta ahora no habían encontrado oportunidad de plasmarse de forma escrita y con los que se pretende corregir modestamente la serie de “desatinos y de oportunidades perdidas” de las que Ocuri ha sido objeto, para comenzar a darle el valor y la importancia que se merece no solo desde el punto de vista arquitectónico, que puede ser lo que más llame la atención al visitante del yacimiento pero que no deja de ser parte de un todo que se denomina historia.
He querido denominar a este artículo "Prólogo al estudio del Yacimiento de Ocuri" porque realmente no va mucho más allá, quedando mucho por hacer aunque haya intentado sacar el mejor provecho de los datos disponibles, procurando no caer en descripciones que puedan resultar tediosas para el lector.

Introducción

El yacimiento arqueológico de Ocuri se halla situado en la parte más occidental de la zona subbética, la sierra noreste de la provincia de Cádiz, encontrándose actualmente incluido en la figura jurídica del Parque Natural de la Sierra de Grazalema.
Estas sierras se caracterizan, desde el punto de vista geológico, por la presencia de las duras calizas del Jurásico. En el caso del emplazamiento de Ocuri, se trata de un cerro calizo rodeado de valles fluviales (valle del Rano, río de Ubrique, arroyo de los Cirones).
La cualidad más sobresaliente de este enclave topográfico, con una altitud media de 550 metros sobre el nivel del mar, es que, si bien se trata de un cerro con destacados escarpes calizos en todo su perímetro, su cima está compuesta por una serie de llanos que constituirían el solar de los distintos asentamientos y que han sido cultivados hasta épocas recientes, algo que lo distingue de los cerros circundantes, algo también que puede resultar bastante ventajoso para ciertos grupos humanos, a la hora de decidir un lugar de asentamiento más o menos permanente. De hecho, las zonas llanas suman unos 35.000 metros cuadrados y con toda probabilidad fue ocupada casi en su totalidad en época romana, al menos en los dos primeros siglos de nuestra era, según se desprende de la gran abundancia de restos arquitectónicos dispersos existentes muchos de ellos amontonados a manera de majanos agrícolas.
El paisaje del emplazamiento y del entorno de Ocuri es el resultado de las diversas actuaciones de los grupos humanos a lo largo de un proceso histórico. Sin embargo no podemos definir dicho proceso ya que carecemos de estudios analíticos concretos, como de hecho sí los poseen otras zonas cercanas, como la Depresión Natural de Ronda, que ha proporcionado en los últimos años una buena cantidad de publicaciones sobre la Prehistoria Reciente, Protohistoria y Antigüedad, y donde se ha llevado a cabo un estudio antracológico que ha ofrecido interesantes datos del paleoambiente del entorno de Acinipo (Ronda La Vieja - Málaga), demostrando una degradación progresiva del medio, sobre todo a partir del período orientalizante, que coincide con el desarrollo económico de las comunidades de este período y el proceso de intensificación productiva para poner en explotación nuevas tierras y nuevos cultivos, produciéndose en consecuencia una intensificación en la tala de bosques (Rodríguez Ariza et Alii, 1991; Carrilero y Nieto, 1994).
Un análisis de los tipos de suelo y del paisaje que la Sierra de Cádiz presenta actualmente nos hace pensar que no podemos en absoluto extrapolar los resultados del estudio antracológico realizado con las muestras de Acinipo, puesto que la degradación del paisaje natural en la Sierra de Cádiz no parece haber sido tan acusada. Una respuesta al por qué de esa diferencia podemos buscarla en los tipos de suelos.
El suelo es el soporte de todas las actividades humanas, sobre todo de aquellas vinculadas a los aprovechamientos productivos de la tierra; conocerlo es algo imprescindible para el logro del máximo rendimiento de los recursos naturales. El desarrollo de una comunidad, de un grupo social, ha ido siempre unido directamente a las posibilidades que le ofrecen los recursos naturales. A nivel general, la historia de los grupos humanos ha estado ligada a la existencia de bosques. Desde la aparición de las primeras comunidades productivas, los grupos humanos han procurado obtener nuevas tierras para ponerlas en cultivo, a medida que el número de miembros dentro de las comunidades ha ido en aumento. Una de las consecuencias de este proceso ha sido la tala de bosques.
Sin embargo, esta apreciación de carácter general tantas veces aducida para explicar diferentes procesos en los cambios paisajísticos a lo largo de la Prehistoria y la Historia debe ser matizada dependiendo de la zona de estudio. Se puede decir que en la Sierra de Cádiz, en el ámbito de Ocuri, la agricultura ha estado siempre relegada a un segundo término. Sólo en ciertos momentos de la Historia, cuando los avances tecnológicos lo han permitido, y en un marco de economía de subsistencia, la agricultura ha formado parte importante de las actividades económicas desarrolladas por las gentes que aquí han vivido.
Según el mapa agrológico de la provincia de Cádiz (Provincia de Cádiz, tomo I, pp.64-71), la zona de la sierra Noreste aparece como la más pobre de la provincia en cuanto a sus suelos, ya que los terrenos no productivos y sin vocación agrícola se sitúan allí donde las rocas afloran sin dar lugar a la formación de verdaderos suelos.
De hecho existe un predominio de litosuelos, es decir, áreas donde la roca se muestra desnuda (roca caliza), y también de suelos del orden vertisol, los denominados bujeos, presentando una gran profundidad y un alto poder de retención de la humedad. Su principal carácter definidor es su alto contenido en arcilla; suelos muy pesados para el laboreo, muy duros cuando están secos y muy blandos cuando húmedos.
Podemos decir que las tierras que rodean Ocuri son agrícolamente improductivas. Con mucho, existen zonas para un laboreo ocasional o limitado, al margen de la existencia de pequeñas zonas de vegas que se han explotado tradicionalmente para obtener una limitada producción de cultivos hortofrutícolas como Tavizna y las vegas del río de Ubrique, el arroyo de los Cirones, y, de menor importancia, el arroyo de Barrida.
La presencia de suelos improductivos (incluidas las zonas rocosas) explica la permanencia de la vegetación natural en amplias zonas (recordemos de manera ilustrativa que actualmente Ocuri y su entorno se encuentran dentro del Parque Natural Sierra de Grazalema y el de Los Alcornocales), y allí donde se han experimentado transformaciones claras del paisaje, sobre todo en zonas de bujeos, observamos pequeños claros (algunos de ellos utilizados para el cultivo de viñas hoy desaparecidas) y un paisaje de olivar muy característico. El olivar de nuestra sierra presenta unas connotaciones propias. Se encuentra situado en zonas de gran pendiente y la mayoría de ellos son obtenidos con injertos de acebuches, formando un paisaje adehesado. Se trata de una práctica tradicional que posibilita la simbiosis entre agricultura y ganadería. El olivo de la sierra se caracteriza actualmente por su baja rentabilidad; su pervivencia hay que bus­carla en su vinculación con explotaciones familiares (Estudio socioeconómico de la Sierra de Cádiz, 1983).
La actividad tradicional más extendida ha sido sin duda la del pastoreo dentro de una economía doméstica. Actualmente, existe una cabaña de ganado caprino vinculada a las áreas serranas más abruptas; el ganado porcino tradicional también es de pastoreo libre, al igual que el ganado vacuno. Por otro lado, desde el punto de vista histórico, no tenemos datos para averiguar y analizar el momento de introducción de diferentes especies domesticadas en la zona de la sierra. Sí podemos hacer referen­cia de nuevo, dada su proximidad, a la Depresión Natural de Ronda. Para el caso concreto que ahora nos ocupa, existen datos muy interesantes en cuanto a la presencia de algunas especies domesticadas en el yacimiento de Acinipo. Analizando la presencia de las distintas especies animales en Acinipo, tanto en la Edad del Bronce (siglos XVIII - XVI a. C.) como en el Bronce Final Reciente (siglo VIII a.C.), son los ovicápridos los que proporcionan mayor número de restos óseos y de individuos, siendo superior - más del doble - el número de restos de cabras que de ovejas, seguidas de los del cerdo y los del buey, aunque los bóvidos se configuran como la base cárnica del poblado (Riquelme Cantal, 1989-90). Evidentemente, estos datos pueden valernos solo de referencia; no sabemos realmente el peso que la ganadería ha tenido en ciertos momentos históricos en el territorio circundante de Ocuri. Sin embargo, es probable que pueda existir una tempranísima adopción y adaptación de las especies domesticadas que tradicionalmente han ocupado la zona y hoy día continúan explotándose.
Actualmente Ocuri y las tierras arcillosas de su alrededor presentan un paisaje de herbáceas salpicado de especies arbóreas tales como la encina, el acebuche, el olivo (acebuche injertado), el algarrobo y la cornicabra principalmente, así como algunas higueras y almendros. En realidad se trata de un paisaje adehesado acompañado también de arbustos como el lentisco, retama, matagallo, espino, etc.
Uno de los interrogantes que adquiere mayor importancia, base fundamental de cualquier estudio vinculado con el asentamiento de Ocuri, es demostrar si las actividades tradicionales de la Sierra de Cádiz, en concreto el cultivo de la vid y el olivo junto con ciertas especies de cereales, arrancan ya desde el siglo VIII a.C. -se trataría de nuevos cultivos introducidos por los fenicios-, como se ha demostrado en la ya referida Depresión Natural de Ronda (Carrilero y Nieto, 1994), o si estas influencias son algo posteriores, si partimos de la hipótesis de la existencia de una situación de al menos una “aparente marginalidad” de la cual pudiera ser objeto la Sierra de Cádiz y las comunidades que aquí pudiesen habitar inmediatamente anteriores a la llegada de los fenicios al sur de la Península Ibérica, habida cuenta la baja productividad del suelo, la complicada topografía y su alejada posición con respecto a las principales rutas comerciales interiores.
Sea como fuere, lo dicho entra dentro de las suposiciones aunque abra un camino hacia hipótesis de trabajo. Lo cierto es que los escasos restos arqueológicos de superficie que podemos estudiar nos aportan, hoy por hoy, una cronología muy imprecisa en cuanto al primer asentamiento en la meseta de Ocuri. En cambio, sí tenemos algunos fragmentos cerámicos pertenecientes a la cultura material ibérica, el momento cronológico en que creemos que hubo una comunidad con un sistema organizativo tipo oppidum.
En conclusión, lo importante es resaltar la íntima relación entre los grupos humanos que se asentaron en Ocuri y su adaptación a un medio de características tan peculiares como las que hemos descrito, en un intento de equilibrar ésta con las influencias exteriores (en el más amplio sentido de la palabra); grupos que intentaremos definir aunque solo sea con un mínimo de rigor en los apartados siguientes.

Historia del yacimiento

Hasta el presente se puede decir que sabemos más sobre la historia de Ocuri como yacimiento arqueológico que como solar donde se han asentado diversas comunidades, ya de época romana, ya de épocas anteriores, no encontrándose actualmente divididas en diferentes etapas culturales.
Los trabajos de limpieza y consolidación para la puesta en valor de Ocuri que realizamos en la primavera de 1997 han ido en parte acompañados de una búsqueda de información y de un estudio sobre el terreno de los posibles episodios localizables de alteración provocada por agentes naturales o antrópicos.
El estado de conservación de las estructuras emergidas así como de algunos perfiles antes de nuestra intervención podía clasificarse de malo, debido a la conjunción de varios factores, algunos de ellos detectables fácilmente y otros que han ido apreciándose durante el transcurso de los trabajos de limpieza. Todos ellos han sido objeto de un análisis exhaustivo y de un tratamiento individualizado.
Pudimos observar que en los últimos años habían proliferado todo tipo de plantas, después de haber transcurrido más de 20 años desde que se llevaron a cabo las únicas excavaciones arqueológicas sistemáticas realizadas hasta hoy, dirigidas por el arqueólogo Salvador de Sancha. Erradicar las plantas leñosas que afectaban directamente a las estructuras murarías fue una de nuestras principales tareas, ya que muchos árboles y arbustos habían enraizado en los muros provocando grietas, desplazamientos e incluso desplomes de los mismos.
Una vez concluidas las tareas de limpieza y consolidación y hecho un análisis en superficie del yacimiento, hemos podido delimitar ciertas acciones antrópicas refutadas por unas fuentes documentales que conocíamos de antemano (Fray Sebastián de Ubrique, 1944, pp. 17-38).
Es importante dar a conocer los datos que se conocen sobre la historia del yacimiento, recogidos éstos de informaciones tanto orales como escritas, así como la existencia de documentos fotográficos para poder comprender y analizar el estado actual de conservación del yacimiento. Nosotros hemos contrastado algunos de estos datos en nuestro trabajo de campo.
Los episodios de los que podemos obtener algunos datos o “pistas” sobre de la historia del yacimiento y que han alterado en gran medida la secuenciación estratigráfica, con la consiguiente pérdida y distorsión de información pueden sintetizarse en tres:
- La destrucción parcial del yacimiento por parte de un aficionado local Juan Vicente Vegazo, a finales del siglo XVIII (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 17-38).
-La excavación llevada a cabo por el mismo Fray Sebastián de Ubrique a mediados del siglo XX.
-La excavación arqueológica y los trabajos de restauración realizados en la década de los setenta -1971,1973 y 1976-, cuyos resultados permanecen inéditos hasta el día de hoy, por lo que solo podemos sacar algunas conjeturas con respecto al significado e interpretación de las estructuras excavadas.
Existe un manuscrito recogido en la publicación de Fray Sebastián, transcrito por él mismo, aunque nosotros aún no hemos tenido tiempo de localizar la fuente documental. En dicho documento Juan Vicente Vegazo describe de forma detallada los “trabajos” que realizó en el yacimiento. Vegazo, al que podemos definir como aficionado local y con cierta inquietud por la historia y los restos del pasado, dentro de la mentalidad de su época, compró los terrenos donde se encuentra ubicado el yacimiento de Ocuri para plantar viñas y a la vez extraer restos arqueológicos de la mayor suntuosidad posible, textualmente, “a fin de dar alguna noticia relevante a la nación”.
En nuestro trabajo de campo hemos intentado, en la medida de lo posible, localizar las posibles alteraciones provocadas por los trabajos de Vegazo dentro de la estratigrafía del yacimiento, y que iremos apuntando cuando hablemos de las áreas del yacimiento.
Vegazo actúa en un momento en el que la metodología arqueológica aún no se encuentra desarrollada. Tampoco ponemos en duda su interés por hacer llegar a la gente de su época la importancia de sus descubrimientos, que gracias a ello podemos verificar documentalmente. Sin embargo, al haber actuado en gran parte de la acrópolis y de la necrópolis, la alteración ha sido clara, y muy a tener en cuenta en futuras intervenciones. Las excavaciones de Vegazo en la necrópolis I, a la que él denomina baños, no se encuentran descritas en el libro de Fray Sebastián y desconocemos si aparecen en el documento original, aunque las excavaciones llevadas a cabo en los años 70 parecen demostrarlo (Cabello Janeiro, pp. 84 y 107). Por otro lado, todos los muretes de piedra seca que se observan actualmente en el yacimiento formando bancales o aterrazamientos no pueden asignarse como obra de Juan Vegazo para el cultivo de viñas, ya que muchos de estos aterrazamientos que se observan en superficie parecen formar parte del trazado urbanístico de la ciudad romana. Ello no quiere decir que no existan bancales agrícolas; solo que unos y otros podrán ser documentados y definidos después de un proceso de investigación.
Por su parte, Fray Sebastián de Ubrique (pp.32-33) también realizó excavaciones en la necrópolis II de Ocuri. Debió de vaciar algunos de los enterramientos, pues­to que los describe con gran lujo de detalles. Durante el transcurso de los trabajos de campo hemos podido localizar la necrópolis descrita y delimitar su perímetro a fin de promover su protección.
Por último, con respecto a los trabajos de excavación arqueológica sistemática y la restauración de la necrópolis I llevados a cabo a principios de los años 70, tenemos noticias a través de un historiador local, que participó en dichos trabajos y que recogió algunos datos (Cabello Janeiro, cap. I, II, VII, IX).

Ocuri: muestra de asentamiento ibérico

Actualmente existen algunos, aunque pocos, materiales arqueológicos en superficie dispersos en el yacimiento, que lógicamente se encuentran descontextualizados pero que por su tipología parecen adscribirse a época prerromana, llámese ibérica, sin poder todavía definirse fases o etapas. Existen además una serie de unidades constructivas presentes en el yacimiento y visibles gracias a las excavaciones a las que ya hemos aludido que también pueden ser anteriores a la presencia romana, pero de cuya cronología y funcionalidad poco podemos apuntar.
Fundamentalmente, la presencia ibérica en Ocuri se encuentra documentada a través de una serie de materiales cerámicos recogidos y clasificados durante las tareas de limpieza del yacimiento. Se trata de 35 fragmentos de cerámica ibérica pintada adscrita a un ibérico pleno, aunque existe algún fragmento perteneciente a un momento ibérico antiguo. La decoración, siempre pintada, responde a un esquema geométrico simple (no hemos documentado temas fitomorfos, ni zoomorfos, ni antropomorfos, tan característicos dentro del repertorio cerámico), compuesto fundamentalmente por bandas concéntricas rojas y negras. Sin embargo, poco podemos decir acerca de los tipos, pues la mayoría son fragmentos amorfos, exceptuando algunos que corresponden a tipos de platos.
Que Ocuri posea, estratigráficamente hablando, un Bronce Final Pre y Postcolonial sólo lo sabemos por referencias orales de las excavaciones arqueológicas de los años 70. Hemos documentado algunos fragmentos cerámicos a mano (dos bordes y un fondo pertenecientes a ollas o cuencos) y un fragmento a tomo decorado que quizá sea una importación fenicia. Evidentemente, con este escaso registro poco podemos añadir sobre la cultura material en sí misma y sobre la cronología relativa que puede aportar. Por tanto, desde el siglo VIII a.C. e incluso anterior a esta centuria hasta prácticamente nuestra Era bien poco podemos decir de la comunidad que habitaba la meseta de Ocuri.
Se encuentra dentro de lo aceptable pensar que su evolución, en aquellos aspectos considerados de mayor trascendencia, no pudo ser muy diferente al de las demás comunidades del entorno, que la presencia fenicia tuvo que hacerse sentir, aunque no sepamos definir el grado de relaciones entre la comunidad indígena y la foránea. A medio plazo debieron de introducirse nuevos cambios tecnológicos entre los siglos VIII y VI a.C., tales como cambios en los patrones urbanísticos, introducción del tomo de alfarero y la metalurgia del hierro, fundamentalmente; así como la introducción de nuevos cultivos -vid y olivo- y, a nivel social, el desarrollo de las relaciones de dependencia.
El flujo y reflujo de relaciones entre la costa y el interior a través de un comercio realmente tuvo que existir aunque en principio nos encontremos en una zona alejada de rutas comerciales de importancia, sobre todo si tenemos en cuenta que los intereses fenicios se centraban en la obtención de metales y en explotaciones agroganaderas rentables, como es el caso del valle del Guadalquivir y del Guadalete. No obstante, no existe ninguna contrastación arqueológica para las supuestas relaciones directas o indirectas entre los indígenas de Ocuri y los fenicios.
A partir del siglo V a.C. aproximadamente, la ciudad ibérica de Ocuri aparece como un recinto amurallado allá donde la topografía lo precise, con clara posición defensiva. En algún momento de este período desgraciadamente poco definido (siglos V, IV, III a.C.), debieron de construirse las murallas que aún se conservan tanto en la cara norte como en la cara sur del yacimiento, si bien hay que decir que
Ocuri es un enclave natural muy bien defendible gracias a sus escarpes rocosos que lo hacen difícilmente franqueable. El sistema de oppidum (plaza fuerte fortificada) aparece bien representado en una amplia zona: Iptuci, Ocuri, Lacílbula, Silla del Moro, Acinipo. Según los resultados de los trabajos de prospección arqueológica que se han llevado a cabo entre los yacimientos de Lacílbula, Acinipo, Silla del Moro y Arunda y en la prospección que nosotros hemos realizado en el entorno de Ocuri (término municipal de Ubrique fundamentalmente), no se ha documentado ninguna estructura de tipo rural intercalada entre los asentamientos enumerados, lo que ha llevado a algunos investigadores a pensar en un cambio en la estructura social en el seno de la población indígena, traducido en unas emergentes relaciones de dependencia personales y no de parentesco, basándose en la inexistencia de estructuras rurales diferenciadas de los oppida, lo cual podría indicar que la propiedad de la tierra se encuentra concentrada en pocas manos, es decir, en la oligarquía local, en un principio los linajes o grupos de parentesco más fuertes. (Carrilero y Nieto, pp. 53-57).
De forma generalizada, cuando los romanos inician su proceso de conquista en el sur peninsular encuentran una sociedad estratificada con una clase dominante identificada como Estado.

La presencia romana en Ocuri

Una vez finalizada la contienda entre Cartago y Roma, habiendo tenido como campo principal de batalla la Península Ibérica, a finales del siglo III a.C., Roma aprovecha su situación de vencedora, produciéndose de esta manera el lento proceso hacia una romanización efectiva. Para el caso que nos interesa, se efectúa la primera división administrativa por parte de Roma, creándose la provincia Ulterior. Sin embargo, el sistema de administración territorial ibérico, basado en el oppidum, permanecerá en uso por lo menos durante casi tres siglos.
En efecto, Roma, en su proceso de conquista de la Península Italiana fue imponiendo un sistema administrativo basado en la concesión de la ciudadanía a las comunidades conquistadas, creando un sistema de municipios de ciudadanos romanos. Con la incorporación de nuevos territorios no itálicos, sin embargo, Roma hace uso del principio de dependencia imponiendo un tributo regular. Para ello se basará en la alianza entre Roma y las oligarquías ibéricas, con el consiguiente mantenimiento de la estructura de la propiedad, aunque seguramente de forma coactiva con la presencia militar romana (Ruiz, Castro y Choclán, 1989).
En territorios limítrofes como los correspondientes a la Serranía y Depresión Natural de Ronda, tales argumentaciones parecen encontrar una explicación empírica puesto que pertenecientes al período histórico que nos ocupa no se ha documentado, en los trabajos de prospección, ningún tipo de hábitat (llámese aldea, cortijo, edificaciones de cualquier clase) intercalado entre los oppida, lo que parece demostrar que, efectivamente, en la Serranía de Ronda continuó vigente el sistema administrativo-territorial indígena (Carrilero y Nieto, 1994, pp. 58)
En la Sierra de Cádiz y concretamente en el territorio circundante de Ocuri, en las prospecciones arqueológicas que hemos realizado hemos localizado al menos 10 yacimientos que pueden ser considerados como villae o asentamientos de tipo rural, pero ninguno parece ser anterior, por los datos que manejamos, al siglo I d.C. Ocuri, en cambio, sí presenta una serie de restos cerámicos (siglos II - I a.C.) que constituyen el único argumento hasta ahora para poder atestiguar la presencia romana en esta etapa.
La creación de municipios y colonias para la instalación de veteranos promovida por César tras derrotar a Pompeyo (media­dos del siglo I a.C.) no debió de afectar a esta zona del interior; la mayoría de los asentamientos indígenas (oppida) se hallaban sometidos a un tributo territorial, es decir, administrativamente se constituyeron en civitates stipendiarias, hasta que T. Flavio Vespasiano, tras vencer en la guerra civil (68 d.C.), procedió a una reorganización administrativa del estado. Respecto a Hispania y a la Bética, la acción jurídica de mayor trascendencia quizá para la población en general fue la concesión del ius latii (derecho latino) a numerosas comunidades urbanas, por necesidad de homologar la administración aunque también para obtener mayor número de ciudadanos reclutables para las legiones (Mangas, pp. 54).
Para el caso que nos ocupa es importante anotar que desde Augusto hasta Caracalla, la administración local se rigió según el estatuto jurídico de cada ciudad (colonia, municipio o ciudad estipendiaria). A la larga, las ciudades estipendiarias fueron adoptando un modelo administrativo cada vez más parecido al de las ciudades privilegiadas, ya sea por imitación, ya sea por necesidad (Mangas, pág. 56).
Desafortunadamente para la historia de Ocuri, ésta no aparece nombrada en Plinio en su Historia Natural. Según este autor clásico, la provincia de la Bética estaba comprendida administrativamente por cuatro circunscripciones o conventos jurídicos, cuyas capitales respectivas estaban en Astigi (Ecija), Corduba, Hispalis y Gades. Plinio enumera las ciudades principales de cada uno de estos conventos, haciendo referencia a su situación político-administrativa.
Ocuri, perteneciente seguramente al convento gaditano, pudo ser estipendiaría. Sin embargo, tres inscripciones honorarias, dos dedicadas a los emperadores Antonino Pío (138-161 d.C.) y Comodo (180- 192 d.C.), y una tercera dedicada a la difunta sacerdotisa de las divinas augustas (Postumiae G(ai) f(iliae) Honorate Barbesulanae) (González, pp. 275-279) nos hablan de Ocuri como Municipio.
Ocuri, al igual que otros oppida ibéricos de la zona (Iptuci, la más cercana, Lacílbula o Acinipo), quedó como ciudad estipendiaria de Roma hasta época Flavia, en la que se le concede el derecho latino. Ciudades como las de Iptuci, Lacílbula o Acinipo no aparecen como privilegiadas en Plinio (Carrilero y Nieto, p. 59).

Proyección urbanística del Ocuri romano

La mayoría de los restos constructivos que actualmente se encuentran emergidos en el yacimiento son de época romana. No obstante, nos encontramos con una serie de edificios y otras construcciones singulares con diversas funcionalidades que no tienen una fecha precisa, ya sea para las diferentes fases constructivas, ya sea para los momentos de abandono (incluso para los momentos de reutilización).
En general, los diferentes complejos estructurales más característicos y más sobresalientes que luego iremos detallando se han fechado en los siglos I y II d.C., sin que tengamos, hoy por hoy, otros datos que los encontrados en los paralelos con otras construcciones de otros yacimientos, den­tro de la dinámica histórica, algunos cercanos y otros bastante alejados.
Sin entrar más en diferentes suposiciones, podemos decir que el establecimiento del asentamiento de Ocuri, como núcleo urbano romano, con todo lo que ello implica, supuso aquí jugar con dos factores que tuvieron que condicionarlo: el primero, tal vez el de menor peso, la preexistencia de la ciudad indígena, y el segundo, la presencia de condicionantes topográficos.
Así pues, la planificación de edificios “de nueva planta” supuso tener que adaptarse a la topografía del terreno y, a su vez, conseguir la semblanza y funcionalidad de una ciudad tal y como era entendida. Actualmente no podemos comprobar, a través de los restos que hay en superficie, el grado de urbanización que llegó a tener Ocuri. Nos referimos a elementos como trazado y pavimentado de calles, diferentes accesos, sistemas de alcantarillado o similar, etc. Tampoco podemos precisar el grado de concentración o dispersión de edificios y demás construcciones. Algunos de los edificios y espacios urbanizados parecen tener un carácter público, ocupando los lugares más privilegiados del cerro, en la parte central, pudiendo funcionar como centro neurálgico de la ciudad. A nivel superficial, apoyándonos en una serie de datos empíricos, creemos cierta la presencia de un Foro y de una serie de elementos constructivos a fin de conseguir una horizontalidad del terreno con el fin de demarcar diferentes espacios urbanos abiertos, salvando en lo posible los condicionantes topográficos.
Otra circunstancia tenida en cuenta dentro de la planificación urbanística ha sido la ubicación de los núcleos de enterramiento, fuera de la ciudad propiamente dicha y próximos a la vía (tal vez principal) de acceso a la ciudad, de la cual se conservan algunos restos.

Descripción de estructuras arqueológicas

La mayoría de las construcciones que actualmente pueden apreciarse en Ocuri constituyeron parte de los objetivos del proyecto de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los años 70. Hay datos suficientes para afirmar que tales estructuras se encontraban en gran parte visibles antes de la intervención, remontándonos incluso a las excavaciones que realizó Juan Vicente Vegazo a finales del siglo XVIII, quien describe restos en superficie, prácticamente los mismos, si exceptuamos la parte correspondiente al Foro, que después serían excavados en la década de los 70. Es decir, que los trabajos arqueológicos ejecutados en estas fechas, fueron trabajos, en gran parte, de reexcavación.
Nosotros hemos hecho una división del yacimiento en cuatro grandes áreas o zonas estructurales (plano 1), a fin de analizar los restos constructivos o complejos estructurales dentro de ellas.

Área 1

Si hacemos un análisis de los restos que se encuentran emergidos (los que fueron fruto de las intervenciones arqueológicas y otros más) podemos llegar a la fácil conclusión de que constituyen solo una parte.
Al menos en época altoimperial las terrazas existentes en el Área 1 (sureste del yacimiento), estuvieron ocupadas por diferentes construcciones, si atendemos a la gran cantidad de restos constructivos (ladrillos, tégulas, cantos, sillares y sillarejos de caliza, etc.) que aparecen amontonados a los extremos de las terrazas. Sin embargo, la roca aflora en superficie estimamos que entre un 50 y un 75 por ciento-, por lo que el relleno arqueológico debe ser exiguo. Ello puede tener su explicación, ya que, por un lado, gran parte de las construcciones han sido literalmente barridas y “amontonadas” a los extremos de las terrazas, para poder obtener, en épocas recientes, terreno para aprovechamiento agrícola y ganadero, y por otro, no podemos subestimar en absoluto el efecto que la ladera ha ido produciendo en este Área. Ello viene a corroborar nuestra hipótesis de que en la conjunción de los procesos postdeposicionales estos no han actuado siempre con el soterramiento de los restos y que las construcciones del yacimiento de Ocuri, en su generalidad, han permanecido al descubierto durante siglos.

 

Complejo Estructural 1 (Área 1)

El que hemos denominado Complejo Estructural 1 fue excavado en los años 70. Tradicionalmente se ha identificado como Termas o Baños Públicos y también como Ninfeo. Evidentemente se hace necesaria una reinterpretación.
Antes de las excavaciones ya existían algunos restos emergidos, estructuras de habitación que podían apreciarse en superficie, lo cual hemos podido documentar a través de una fotografía. Sin embargo, parte del relleno era moderno. De hecho, hemos podido constatar la reutilización de parte del pavimento de ladrillos perteneciente a este complejo estructural en la casa moderna que se hizo construir Juan Vegazo (Complejo Estructural 2 del Área 1). Actualmente el C.E.l se encuentra vaciado prácticamente en su totalidad; sin embargo, una parte ha quedado sin excavar, por lo que la planta de dicha construcción es sensiblemente más amplia.
De las terreras de la excavación hemos recogido y documentado una serie de fragmentos de Terra Sigillata, donde podemos apreciar un alto porcentaje de Hispánica, seguida de Sudgálica y Aretina, un fragmento de Barbotina (forma Drag. 35/36) y un fragmento de Clara A. Estos materiales nos darían una cronología relativa que no iría más allá del siglo III.         
 Además hemos documentado en los trabajos de limpieza un fragmento de T.S.A. con marca de alfarero en cartela (LVCINVS), en el exterior de una forma lisa no identificada.
Por último, la mayoría de los restos cerámicos pertenecientes a época ibérica que se han documentado en los trabajos de limpieza se encuentran en este Área, asociándose a una serie de estructuras estratigráficamente por debajo del C.E.l.

Complejo Estructural 2 (Área 1)

Presenta dos momentos cronológicos claros. El más reciente corresponde a una vivienda moderna construida, según la documentación de que disponemos, a finales del siglo XVIII por Juan Vicente Vegazo. El momento de abandono se produce a fines del siglo XIX, según se desprende de los hallazgos numismáticos y cerámicos. Quizá es en este momento cuando deja de explotarse la viña y el lagar. El edificio presentaba originariamente dos plantas con el tejado a dos aguas. Todavía se conservan los huecos de las vigas. Actualmente solo podemos describir la distribución de la planta baja, compuesta por dos habitaciones. La habitación sur conserva una puerta que comunica con la habitación norte y presenta abundante relleno de derrumbe (piedras y tejas fundamentalmente). Conserva esta habitación parte del pavimento original, compuesto por grandes lajas de piedra de forma rectangular y unas medidas aproximadas de TOO x 0'50 x 0,10 metros, descritas por Vegazo y reutilizadas para su vivienda, extraídas de la zona del Foro (Área 2).
En cuanto al segundo momento cronológico representado en el C.E.2, es el más antiguo y corresponde a una construcción romana. Parte de los muros de la misma fueron reutilizados  por Vegazo, observándose dos tipos de aparejo diferentes en la vivienda construida por éste. Este Complejo Estructural se encuentra en buen estado de conservación, pudiendo apreciarse que el relleno arqueológico de la parte romana conserva bastante potencia y muy probablemente se encuentre sellado. Por la posición que ocupa esta construcción romana de planta compleja, en un altozano dominando el espacio que ocupa el Foro, parece tratarse de un edificio con una posición relevante dentro de la trama urbana.
En cuanto al material documentado, existe un alto porcentaje de las denominadas paredes finas. Del resto de terra sigillata documentada en las tareas de limpieza hay que destacar la ausencia de T.S. Clara y el predominio de T.S. Hispánica.
Complejo Estructural 1 (Área 2)
En el Área 2 se encuentra con toda probabilidad el Foro o plaza o espacio público (al menos uno de ellos) de Ocuri como núcleo urbano en época romana (C.E. 1 en el plano).
Evidentemente, con un trabajo previo que implicaría la realización de una excavación arqueológica, nuestras argumentaciones pueden ser refutadas. Sin embargo, hemos analizado una serie de elementos que no pueden ser desestimados.
Se trata de un lugar privilegiado por su posición central respecto a la trama urbana, lo cual implicaría una elección previa del sitio. Actualmente no se observa en superficie ningún edificio propiamente dicho. En las excavaciones de los años 70 no se realizó aquí ningún sondeo, aunque Vegazo extrajo una serie de elementos significativos que aún permanecen dispersos y que nos han valido para nuestras conclusiones.
Los datos que hemos analizado para aseverar la presencia de un Foro son:
- La existencia de una serie de estructuras murarias relacionadas entre sí (C.E.l del Área 2) que tendrían doble funcionalidad. Por un lado, se trataría de una serie de muros de contención con los cuales se consiguen una plataforma superior y otra inferior y que presentan una serie de gárgolas para el drenaje de las aguas de lluvia. Por otro lado, presentarían una función de delimitación y de embellecimiento de un espacio urbanizado, contando también con la presencia de otros muros divisorios, asociados a los anteriores y que -presumimos- formarían parte de construcciones de carácter público, sin poder determinar más.
-Otro dato que nos inclina a pensar en la existencia de un espacio público, aunque tal vez sea un dato algo subjetivo, es la presencia de una serie de lajas rectangul­res, concretamente tres (con medidas apro­ximadas de 1 '00 x 0'50 x 0,10 metros) aquí situadas, extraídas de su lugar original, para el que fueron ideadas y que -pensamos- pudieron formar parte de un pavimento de carácter suntuario. Su presencia en esta zona viene a refutar el relato de Vegazo, quien sería el autor de dicha alteración (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 19-20).
-La presencia, por un lado, de dos pedestales actualmente desnudos, pero que presentaban cada uno de ellos sendas inscripciones honorarias dedicadas a los emperadores Antonino Pío y Commodo y parte de las esculturas de ambos empera­dores (Fray Sebastián de Ubrique, pp.19- 20; González, pp.275-276). Por otro lado fue el lugar del hallazgo del ara dedicada a la sacerdotisa del culto imperial que hemos referido anteriormente (Fray Sebastián de Ubrique, pp.22. Publicada también por Etienne en 1958 y recogida por Tovar y Blázquez, p. 184).
-Por último, se ha documentado en las tareas de limpieza la presencia de una entrada de dos metros de anchura en uno de los muros que comunica una plataforma inferior con otra superior, en un espacio al aire libre, a través de una rampa o escalera, aunque este dato no hemos podido aseverarlo ya que la entrada se encuentra cegada actualmente.
Respecto al material hallado en superficie en los trabajos de limpieza, éste aparece mezclado (ibérico, romano y moderno).
Complejo Estructural 2 (Área 2)
Durante las excavaciones arqueológicas de los años 70 (1971-73), se intervino integralmente sobre este complejo estructural, que, al menos en apariencia, no había sido afectado por las excavaciones de Juan Vicente Vegazo, ya que no hace mención de ello en su relato, seguramente debido a que los restos de esta construcción se encuentran en uno de los extremos del yacimiento, justo en la ladera este del cerro, en una pendiente muy inclinada. Actualmente el Complejo Estructural 2 (C.E.2 en el plano) lo forman una gran cisterna (aljibe), tres habitaciones y un pasillo que daría acceso a las distintas dependencias y que termina con una puerta que da al exterior por la cara este, aunque existe otra puerta al otro extremo del pasillo, o sea, la cara oeste, pero no se conserva la parte correspondiente el suelo o pavimento. Este Complejo, al igual que la mayoría, presenta problemas de interpretación en cuanto a su funcionalidad, aunque pensamos que lo más acertado es relacionarlo con una construcción de carácter doméstico, que tendría en la planta que se conserva la parte de almacenaje, ya sea de reservas de agua (aljibe), ya sea de víveres o alimentos, a juzgar por la cantidad de restos de ánforas y contenedores tipo dolia que hay en las terreras de las excavaciones y por la información oral que hemos recogido sobre la excavación de los años 71-73, que hace referencia a la aparición en los trabajos de excavación de entre 10 y 12 ánforas completas colocadas en línea y apoyadas en la cara interior del muro perimetral este.

Complejo Estructural 2 (área 3)

Se trata de otra de las construcciones que se encuentran emergidas tras las exca­vaciones de 1971-73 y descrita también por Vegazo. Tenemos que distinguir dos mo­mentos cronológicos distintos: uno romano y otro prerromano. El relleno arqueológico que presenta esta zona puede permitir per­fectamente una secuencia estratigráfica bastante completa del yacimiento. Respec­to al nivel más antiguo se conserva una se­rie de muros claramente cortados por las estructuras romanas y de aparejo diferente a éstas, tratándose de bloques de mediano y gran tamaño trabados con la técnica de piedra seca.
Las estructuras correspondientes a época romana la forman una gran cisterna o aljibe, una habitación paralela y unas escaleras de piedra caliza tallada adosadas a la construcción, que darían acceso a una segunda planta hoy desaparecida. Es interesante anotar que los materiales documentados en la limpieza de este complejo estructural no van más allá del siglo II-III d.C. Junto a esta construc­ción existe una zona aterrazada artificialmente en cuyo centro se encuentra una pequeña estructura de forma cuadrada, que por sus dimensiones y elementos que la componen parece tratarse de una fuente ornamental en un espacio abierto (Fray Sebastián de Ubrique, pág. 18).
Foto 4 - Complejo Estructural 1, Área 4, Necrópolis 1
Lugares de enterramiento: las necrópolis I y II de Ocuri

Necrópolis I (Complejo Estructural 1, Área 4)

Pensamos que el que hemos denominado Complejo Estructural 1 del Área 4 puede tratarse de un lugar de enterramiento y de culto. En torno a este edificio tendría que girar gran parte de la vida religiosa de la ciudad, actuando de vínculo de cohesión de la comunidad. Como lugar de enterramiento podemos calificarlo de mausoleo, de apariencia sobria aunque suntuosa, constituyéndose en fiel reflejo de la diferenciación de clases sociales.
Actualmente este complejo estructural se encuentra bastante transformado por los trabajos de restauración de que ha sido objeto. Las excavaciones arqueológicas de 1970-71 afectaron tanto al interior como al exterior, dejando exteriormente un pasillo que nos permite tener una visión de conjunto. Al retirar la tierra de la parte superior se ha podido comprobar que presumiblemente existía una segunda planta, no sabemos si al aire libre, pudiendo tratarse de un lugar de culto. Su planta es rectangular, conservando parte de una estructura de forma absidal. Se observa además una entrada a modo de trampilla a través de la cual se accedería a la cámara funeraria. No obstante, dicha entrada fue reconstruida en su totalidad durante los trabajos de restauración, ya que el lugar que ocupa se encontraba derruido, formando un hueco de más de un metro de diámetro, por lo que debemos hablar más de reconstrucción que de restauración respetando la forma de la entrada original. Una vez en el interior de la cámara, a la cual se accedería a través de una escalera de madera o algo similar, ésta presenta una bóveda de medio cañón y un reparto casi simétrico de hornacinas o nichos en la pared, existiendo dos tipos: uno, más pequeño, que tiene dimensiones apropiadas para contener urnas de incineración, y un segundo tipo que corresponde a nichos de mayor tamaño, aunque no el suficiente para contener enterramientos de inhumación, por lo que nos inclinamos a pensar que puede tratarse de hornacinas para alojar esculturas, imágenes de dioses o difuntos venerados. Existe también una gran piedra tallada por uno solo de sus lados que se ha querido identificar con un ara. Sin embargo, su forma irregular deja dudas sobre su posible funcionalidad. Un poco antes del comienzo de los trabajos de excavación, este edificio había sido utilizado como pocilga y aprisco. Con las excavaciones se verificó su continuado expolio, así como la existencia entre los materiales revueltos de distintas épocas de restos de mármol blanco y estuco pintado de rojo y negro (Cabello Janeiro, cap. VII) que -pensamos- podían formar parte de la construcción, constituyendo restos de elementos de carácter suntuario.
Los trabajos de restauración que se llevaron a cabo en los mismos años también afectaron tanto al interior como al exterior del edificio. A rasgos generales la restauración se centró en:
- Reconstrucción de paramentos exteriores con sillares de piedra caliza del lugar de mediano tamaño semejantes a las originales que se encuentran formando parte de la construcción.
- Reparación de la bóveda de medio cañón.
-Reconstrucción del pavimento de la cámara funeraria con un mortero parecido al opus signinum, basándose para decidir dicha reconstrucción, según hemos tenido noticia, en los restos del pavimento original que se conservaba en una de las esquinas interiores.
-Creación de una puerta de entrada en la fachada NW del edificio a fin de que el conjunto pueda ser visitado y observado.
La fabricación de esta puerta desvirtúa el edificio en sí y el significado que pudo tener cuando se ideó y construyó por los miembros de la comunidad. Lo que sí es cierto es que se trataba de un edificio con cierto carácter de monumentalidad para la práctica de algún tipo de culto e ideado para ser visto desde muchos ángu­los, situado en un lugar preferente, junto a la vía principal de acceso y muy cerca de las mismas puertas de la ciudad.
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Necrópolis II

Durante los trabajos de limpieza que realizamos en el yacimiento, localizamos la que hemos denominado Necrópolis II de Ocuri, de la que existe referencia bibliográfica (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 32-33). El mismo Fray Sebastián practicó excavaciones en esta zona poniendo al descubierto varios en­terramientos y constatando el expolio de otros.
La necrópolis localizada ocupa un perímetro mínimo de unos seis mil metros cuadrados, y en él aparecen dispersos restos de posibles enterramientos en fosa (al menos cuatro localizados por nosotros) con claros signos de expolio, aunque muy mal definidos a causa de la vegetación. Siguiendo la descripción de Fray Sebastián, dichas fosas están constituidas por muretes de piedra y argamasa, con cubierta de téjala o de losas de piedra. En la cabecera se encuentra generalmente una piedra plana de unos cuarenta centímetros de larga y de unos veinte o treinta de ancha, donde quizá se encontrase la cabeza del difunto. Asociados a los enterramientos aparecieron, según Fray Sebastián, restos de cerámica, un anillo, una moneda y un fragmento de inscripción honoraria dedicada a Antonia Buceo, fechada en el siglo III d.C. (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 30- 33; González, pp. 278-279). Lo que sí es cierto es que los enterramientos, seguramente de inhumación, no son de planta simple, si bien su complejidad no puede ser definida sin una excavación previa. Son de grandes dimensiones, apreciándose en superficie que existen varios tipos de enterramiento.
Esta necrópolis, que se encuentra algo distanciada de la Necrópolis I y de la ciudad, debió de ser el lugar de enterramiento habitual de los habitantes de la Ocuri romana durante largo tiempo, si bien no sabemos nada acerca de la cronología de los enterramientos.

Ciudad y territorio

Si hablar del territorio de Ocuri es un trabajo harto difícil, delimitar y hablar de las relaciones de la ciudad con su territorio es una tarea estéril, vista la falta de estudios que hay en este sentido. Sin embargo, con los modestos resultados de las prospecciones que a título particular hemos venido desarrollando en el término municipal de Ubrique, que abarca, en gran medida, el territorio circundante de la ciudad, intentaremos dar una aproximación, que puede constituirse en el punto de partida de un estudio más elaborado.
Los asentamientos rurales en época romana (fundamentalmente en los siglos I y II d. C.), las denominadas villas, que hemos documentado en nuestras prospec­ciones debieron de tener una vinculación directa con el núcleo urbano de Ocuri, centro neurálgico del territorio, que tendría vínculos a su vez con otras ciudades de su alrededor (Iptuci, Acinipo...) y más alejadas (Carteia, Baelo, Barbesula—). El campo de las relaciones comerciales, del que poco o nada sabemos, queda abierto para la investigación, así como el análisis de una economía seguramente de subsistencia.
Ya comentamos en la introducción la circunstancia de la escasez de terrenos agrícolamente productivos, aprovechables de manera extensiva y la mínima presencia de terrenos aptos para una agricultura intensiva en el territorio circundante de Ocuri; a ello habría que añadir, por ejemplo, la inexisten­cia de recursos minerales que pudiesen haber proporcionado un impulso y desarrollo económico a esta zona, con todas sus consecuencias (sociales, políticas, culturales), ya en la Antigüedad.
Pese a todo, hay que valorar los posibles recursos naturales (ya hemos descrito los fundamentales en la introducción) y factores económicos que permitieron prosperar a las diferentes comunidades con unas determinadas relaciones de producción a lo largo de los siglos. Sí es verdad que el número de miembros de esas comunidades que han ocupado y explotado el territorio ha tenido que permanecer a unos niveles bajos.
La dispersión de villae, bastante alejadas unas de las otras, su escaso número y el tratarse en su mayoría de modestas construcciones, distantes del modelo de villa señorial, quizá nos proporcionen la clave para poder interpretar el modelo económico adoptado y adaptado a las posibilidades del medio. Aquí no podemos hablar de grandes explotaciones, ni de concentración de tie­rras en pequeña y mediana propiedad en sentido estricto.
El medio físico ha permitido, en la mayoría de los casos, la explotación de una ga­nadería extensiva y de una agricultura de subsistencia, con aprovechamiento de recursos forestales. Entre cinco y seis villas de las prospectadas se encuentran relacionadas con esta dinámica económica. Podemos afirmar que incluso hasta fechas muy cercanas se ha continuado con este modelo de explotación.
Ello no quiere decir que no existan villas asociadas a grandes explotaciones; al menos existe una que, por la suntuosidad de sus elementos constructivos, podría encuadrarse dentro del modelo de villa señorial. En este caso, solo la gran extensión de la propiedad puede explicar el éxito en la explotación de recursos a fin de proporcionar un mayor rendimiento económico (por ejemplo, la exis­tencia de mayor número de cabezas de ganado explotados de manera extensiva).
Junto a las construcciones relacionadas con actividades agroganaderas en dos casos hemos documentado construcciones asociadas a la fabricación de tégulas y ladrillos, aunque desconocemos la capacidad de dichos alfares, ni la distribución de sus productos; tan solo podemos decir que se encuentran junto a fuentes de captación de arcillas, donde han estado funcionando tejares hasta épocas recientes.
Finalmente, existe el caso de algunas de estas villas que no han podido ser fechadas con mayor precisión. La cuestión es que el territorio que nos ocupa presenta un escollo a la hora de interpretar estos y otros yacimientos arqueológicos al aire libre, y es que al encontrarse en tierras no roturadas, es decir, no removidas, los materiales que nos puedan dar una cronología más precisa (terra sigillata, monedas...) se encuentran ausentes a nivel superficial. La experiencia nos está demostrando que la mayor parte de materiales arqueológicos documentables son tégulas y otros materiales de construcción y también estructuras que se encuentran emergidas como con­secuencia de su reutilización posterior y continuada (en algunos casos incluso hasta la actualidad), otras veces a causa de las actividades de expolio que han dejado a la luz restos constructivos, e incluso se encuentran visibles debido a obras que implican remoción de tierras.
La villa denominada La Bovedilla nos ofrece una cronología fiable. Dicha villa, de grandes dimensiones, dista solo unos centenares de metros de Ocuri y en ella se realizaron en 1991 unas excavaciones arqueológicas de emergencia, cuyos resultados aportan una cronología en torno al siglo IV d.C. (Alarcón, Cavi1a y Aguilera, pp. 37-42). Sin embargo, esta fecha tan tardía asociada a una villa nos abre una serie de interrogantes nuevos, pues estamos hablando de un momento histórico en el que se están produciendo profundos cambios en el seno de la sociedad romana. Estamos hablando de cambios estructurales como el progresivo abandono de la vida urbana (arqueológicamente hablando, el abandono de la ciudad física) y del lento pro­ceso hacia la feudalización.
En la serranía de Ronda, a fines del siglo II y comienzos del III d.C., acentuándose en el Bajo Imperio, se da un desarrollo espectacular de las grandes villas y se reduce su número, lo que implica un cambio en las relaciones de producción acompañado de una crisis de los centros urbanos (Carrilero y Nieto, p. 65). Los materiales arqueológicos que ha aportado hasta el presente el yaci­miento de Ocuri correspondientes a la cultura material romana no van más allá del siglo III d.C. Quizá Ocuri fuese abandonado progresivamente a lo largo de esta centuria y tal vez de la siguiente y, aunque es posible que permaneciesen pequeños reductos de pobladores, Ocuri no permanecerá ajena al proceso desintegrador de la vida urbana que sucede en los territorios del Imperio y concretamente de la Bética. Así pues, no podemos hablar ya de la ciudad romana que había sido en los siglos I y II d.C.

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Publicado en la Revista Papeles de Historia número 4