lunes, 23 de octubre de 2023

Memorias de Misión Rescate: el compluvium de Ubrique

 




Por Manuel Cabello Janeiro (1975)




            Nada nos hacía pensar que aquel verano que trabajamos en el mausoleo, nos trajera tantas sorpresas. Nuevos afloramientos arqueológicos se iban prodigando con increíble velocidad.
            En aquel entonces, una modestísima piedra, perfectamente trabajada, y que le llamábamos “piquera” o “pitera”, nos daría la pista de uno de los descubrimientos más interesantes del Grupo 208, en aquel cálido verano.
            En la época que lo descubrimos, servía de bebedero para uno de los perros de la cortijada. “In situ” lo fotografiamos, y de ello tenemos constancia en nuestros informes veraniegos y en nuestras memorias. Es de piedra caliza, magníficamente tallado, y cuyo destino era el recoger el goteo de aceites de una prensa molinera.

            En esos pagos, jamás, se recordaba la existencia de un molino de tal índole. Visto por el experto, lo señaló de un molino romano.
            Y como siempre ¿el porqué?¿el cómo? ¿el cuándo?
            Ya un mausoleo, una calzada, innumerables restos por doquier, y por si era poco en el interior del patio de la finca, una aljibe…
            Un aljibe cuya estructura no era muy corriente por la comarca…
            Aquello nos dio que pensar… En los días 10 al 13 de junio, en nuestros cotidianos paseos, ya la teníamos detectada. Don Salvador de Sancha, director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, inspector regional de excavaciones y a su vez director de las excavaciones arqueológicas en el Salto de la Mora de Ubrique, a requerimiento nuestro vino a visitar el mausoleo. Y en su visita del día 14 de junio, cuando subimos al caserío del cortijo, y después de charlar ampliamente con el propietario de la finca, don Miguel Bohórquez, le mostramos al Profesor el aljibe descubierto. Don Salvador no dudó un instante en señalarlo como aljibe romano.
           
            He aquí su descripción: Sobre superficie del terreno existe una pared bordeando a un brocal, de forma rectangular y cuyas medidas aproximadas son de 8 metros por 5 metros por 1 de altura. Todo el interior está relleno, aparentemente de hormigón moderno (decimos aparentemente, porque debajo de esta capa de unos 7-8 centímetros encontramos la primitiva superficie de “opus incertum” y que sirve de bóveda al compluvium). Sobre esta superficie existen tres bocas, de un metro aproximado de diámetro, dos de las cuales están tapadas y una de ella descubierta, por donde actualmente extraen el agua. Los bordes interiores de estas bocas, son los que delatan la presencia de obra romana, por sus especiales características. En estas primeras visitas, el interior tenía agua. Poca pero el dueño nos anunciaba que este año, debido al estiaje, procedería a su limpieza, allá a mediados del mes de septiembre. Este plazo, para nosotros nos venía largo. Queríamos continuar “sacando cerezas”.
            Cuando realizamos los primeros reportajes de fotos en el mausoleo, intentamos, en un primer día obtener alguna foto. Un desastre. Aquello no nos salió bien pues no teníamos luz suficiente. Solo salieron las de superficie. Al siguiente día, ya mejor preparados, realizamos un segundo intento. Lo iniciamos metiendo unas escaleras que había en la finca, pero la profundidad (después veríamos que eran 5 metros) no nos dejaba llegar al fondo. Pero nosotros erre que erre. Había que hacerlas. A Pepe Basallote, el más delgado del grupo, don Manuel lo amarró por las piernas y cabeza abajo, en postura nada cómoda, estirando los brazos todo lo posible, alcanzó a disparar varias fotos, en el interior. Estas si salieron. Y cuando las vimos, nos dieron que pensar. Pero dejemos esto para más adelante, y sigamos con la descripción.
            Su interior, totalmente liso, de paredes estucadas, que no pudimos estudiar bien, porque por la boca antes mencionada no daba campo de acción para nuestras miradas. Aunque si podíamos apreciar que tenía una bóveda inmensa de medio cañón.
            Todo aquel pretil, de superficie, como así mismo la tapadera, diríamos, del aljibe, era construcción moderna. Debajo estaba lo interesante. Máxime cuando don Miguel nos dijo que del interior habían salido las columnas que adornaban los jardines de la finca. En total, doce, seis en una parte, y otras seis en otra.
            Con el mismo cubo de sacar agua y su cuerda correspondiente, hicimos cálculo sobre la profundidad del mismo. Unos cinco metros. El agua que había en el fondo, como medio metro. No había peligro de entrar en él.
           
            Nos parecía interesante tomar medida de las columnas del jardín y así lo hicimos. Las que estaban en la espalda del cortijo eran las siguientes: 2 trozos de 100 centímetros, 2 de 80 centímetros y 2 de 60 centímetros, puestos sobre unas basas de cerámica latericia.
            Y los trozos que se encontraban en el jardín lateral de la casa eran: 2 de 120 centímetros, 2 de 90 centímetros, y 2 de 60 centímetros, todos estos con seis basas primitivas.
            Todos los tambores, así como las basas primitivas, estaban construidos en roca arenisca, predominante por estos contornos.



          Grupo de Misión Rescate en Los Bujeos




            La primera mirada a las fotos realizadas por el amigo Basallote nos hicieron abrir la boca de exclamación. Aquello era sorprendente. Aquello, más que un aljibe se parecía todo a un santuario o templo; se apreciaba una bóveda de medio cañón, a todo lo largo verdaderamente impresionante. Sus altas paredes, así como la propia fábrica, nos daba la impresión de encontrarnos ante un monumento soberbio… pero lo que más nos llamó la atención, al contemplar las fotografías, era que las paredes laterales presentaban huellas de estar fabricadas en sillares, revestidos de estucos, y no de “opus incertum o signinus” como lo está cualquier obra hidráulica romana. Aquello era para pensar, y máxime, cuando en las esquinas interiores del monumento no veíamos esas “curvas” propias de los recintos hidráulicos, y que los romanos hacían en defensa de la presión del agua. Era para pensar. Nuestras mentes trabajaban sin descanso. ¿Sería aquel aljibe otro mausoleo? No uníamos aquel recinto, por ninguna de las características que observábamos, con recinto hidráulico. La pregunta quedaba en el aire. Además, aquellas columnas sacadas del interior…

            Lo mejor que hicimos fue concertar una visita con la señora viuda de don Miguel Bohórquez Vecina, el antiguo propietario que mandó hacer el aljibe.
            Esta la llevamos a cabo el pasado 22 de agosto. Por la tarde, en su casa de Ubrique. Nadie mejor que ella nos podía dar datos de dicho aljibe.
            Fue larga la visita. A todos nosotros nos recibió con mucho agrado. Es una señora mayor, atentísima y con una memoria envidiable.
            Hablamos largo y tendido sobre la construcción del cortijo y del aljibe.
            Primitivamente existía un pequeño caserío, gañanía y vaqueriza. En el cerro más alto de los contornos, ya el padre del difunto don Miguel, es decir el suegro de la señora recordaba ella, quería haber construido un amplio edificio porque, según decía, (él era médico) no había lugar más saludable. Con esta idea el hijo, allá en 1.919, comenzó las obras del nuevo caserío. En su lugar, había habido de siempre un huerto. Recordaba que las cosechas, sobre todo de patatas se daban muy bien, pero en el lugar que ocupa hoy el aljibe, unos 40 metros cuadrados, no había patata que se desarrollara.
También los propios campesinos nos agregaban que cuando se trabajaba en ella “oían a hueco”. Ante esta perspectiva y metido de lleno en la obra de construcción de la nueva casa, don Miguel excavó en la zona que referenciamos. Se dieron de cara con un pavimento revestido de mosaico. ¡Oh atraso!, lo rompieron para ver que había debajo. Nos contaba la señora que tenía unos colores muy bonitos, así como los dibujos que ella cree recordar eran de tipo geométricos. Ahondando en nuestra conversación, nos señaló que un hermano de su esposo, afamado médico, también ya desaparecido, recogió una muestra de este pavimento o mosaico, pero lamentablemente también se perdió. Después bajarían, por una de sus bocas hacia el interior, y que dentro sacaron los más diversos materiales. De entre ellos, esas columnas que sirven de adorno al cortijo, algunas monedas y otros restos.




 




            Las fotos por un lado, las explicaciones de la señora por otro, la gran cantidad de materiales por el otro, y mirando y remirando el cerro, el descubrimiento nos hacía pensar en que nos encontrábamos ante otro gran templo funerario, parecido al del Salto de la Mora, con dos plantas, conservada la parte de abajo, (lo que hace hoy de aljibe), y la planta superior, con restos de su altar en el mosaico desaparecido. Aquello de ser cierto sería un extraordinario descubrimiento…



         Grupo de Misión Rescate, marzo de 1968




            El sábado, día 23, llamamos a  don Salvador y le contamos todo. No se sorprendió si se alegraba de cuanto le contamos, porque aquello venía a potenciar su hipótesis de que en aquel lugar había existido una gran “Villa Romana”, y que el aljibe correspondía al “compluvium”. Interesante era, interesantísimo, porque por el estado actual de lo descubierto, se podría realizar un magnífico estudio monográfico.
            El mismo día 24, domingo, nos trasladamos al lugar. Cuanto habíamos charlado en días anteriores se confirmaba. No obstante deseaba ver unas buenas fotos del interior para emitir su definitivo dictamen.
            En la semana del 23 al 30 de agosto, estas fueron hechas y llevadas personalmente por don Manuel, nuestro maestro-jefe, a Bolonia, donde se encontraba de inspección don Salvador. A la vista de las mismas, y con las explicaciones de  nuestro maestro-jefe,  dictaminó definitivamente sobre el compluvium.
            Como decimos, en la semana del 23 al 30, realizamos los preparativos para entrar en el compluvium. Había que encontrar unas escaleras, estrechas y suficientemente largas para poder penetrar. La tarde del jueves, día 28, allá nos dirigimos. Iba el grupo completo, más dos de los antiguos batidores, que nos habían ayudado en la limpieza del mausoleo, y un fotógrafo local, el señor Infantes, con las cámaras y pertrechos necesario, para no fracasar en nuestro intento. Las escaleras no las facilitaron los electricistas del municipio. Tienen, exactamente cinco metros de largo.
            El primero en entrar fue don Manuel. Con cierta reserva pues vimos salir algunos bichejos del interior. Una vez abajo, nos fue llamando a todos, que bajamos al interior.
            Sorprendente, extraordinario, majestuoso… no hay palabra para calificarlo. Aquel monumento nos encogía el espíritu por su grandiosidad…
            Fotos, medidas, rastreos…
            Las paredes laterales, levaba razón don Salvador, primitivamente, cuando se descubrió por don Miguel, habían sido limpiadas de su estuco de opus signinus, y habían sido revestidas con cemento moderno. (Ya pensó este señor que lo que descubrió le serviría para aljibe). Su suelo muy irregular. El pavimento primitivo también había sido arrancado. Tan irregular, que ha poca agua que quedaba en algunos sitios tenía más de medio metro, mientras que en otros, había pequeñas isletas de rocas que emergían, y que a nosotros nos venían de perilla, porque sobre ellas descansábamos de la frialdad tan enorme que el agua tenía. Además, estábamos descalzos y notábamos el frío…
            Miramos muy detenidamente las paredes, para ver de encontrar alguna huella del revestimiento primitivo, y fue don Manuel, quien en un rincón, concretamente el que da a la cara del actual brocal el que encontró, por fuera del agua, la huella indeleble del revestimiento antiguo, un magnífico opus signinus, que posiblemente los trabajadores habían dejado allí. Esto nos agradó muchísimo, porque nos lo databa a la perfección.

            Tomamos las medidas necesarias y rastreamos toda el agua que había, por si encontrábamos algo de interés.
            Los resultados de las medidas fueron los siguientes: 6 metros, exactamente de largo, 3 de ancho y 5 de alto, al cenit de la bóveda, perfecta, de medio cañón. El arranque de la misma, lo hace sin adorno alguno, y a 4,20 metros de altura.
            En cuanto al rastreo, pudimos encontrar, ayudados por linternas, restos de algunas “tessella” desprendidas en su interior, pero sin color alguno, y desunidas. Todas eran casi iguales, de casi un centímetro cuadrado.
            Rastreando el exterior, en ocasiones anteriores, intentamos dar con alguna pero lo que encontramos, aunque parecido, carecía de interés, según nos manifestaba don Manuel.
            Después, nada más de interés…






            Nuestra alegría y contento no puede ser mayor. Nuestro nuevo descubrimiento de un compluvium viene a potenciar más la zona arqueológica ubriqueña. En nuestras Crónicas Generales, que enviamos adjunto a las presentes memorias acompañamos un plano de localización de estos restos arqueológicos, y que tanto interés tienen, no solo para la historia local, sino nacional.
            Una vez más el grupo, sin reservas de ninguna clase, y entregado totalmente a la tarea, ha finalizado este trabajo, en un tiempo “récord”.
            Todo sea por “la cereza que se enganchó en la siguiente cereza”.


Ubrique- septiembre 1.975

 


.

El cristo de Benaocaz, talla de Antonio Asensio de la Cerda, 1766

 





Por Manuel Cabello Janeiro (en 1975)


Nada mejor para dar comienzo a este trabajo, circunstancialmente demorado en tres ocasiones, que comenzar con el principio de la última vez que intentamos dar por finalizados nuestros estudios sobre la colosal talla del Cristo benaocaceño.

            Corría el mes de septiembre de 1974. No hace aún un año. Como siempre la ilusión puesta en un trabajo que creímos terminado. ¡Pero no!
Decíamos entonces:



“Es tremendamente difícil comenzar un trabajo que de por fuerza ha de tener un final y esta es la hora, 1 de septiembre de 1974 que no podemos dar por finalizado. Como siempre, lo que mucho vale mucho cuesta. Y seguíamos…



            Febrero, 1972.- Circunstancialmente, nuestro Grupo 208 había iniciado una excursión a Benaocaz, bellísimo pueblo de la Serranía Gaditana. A escasos kilómetros de Ubrique, siete por carretera y cuatro por vereda o trocha, se asienta en la sierra del Cao. Pueblo de gran raigambre histórica, (se le conoce como fundación del “hijo de Ocaz”, reyezuelo árabe, en la época de nuestra Reconquista), hoy reposa tranquilo junto a las moles gigantescas de sus montañas, en espera de un porvenir mejor.

            Sus aproximadamente quinientos habitantes son gente de lo más amable y agradable que pudiera imaginarse. No podemos destacar a ninguno, porque desde su alcalde don Marcos Orellana Puerto hasta el último benaocaceño, todos se han volcado en atendernos cuantas veces hemos tenido que subir para el estudio de la talla.

            Sus escuelas, pertenecen, o mejor dicho, están administradas por la dirección del Colegio Nacional de Ubrique.

            Por su clima de alta montaña Benaocaz goza en el verano de una temperatura envidiable, pero en la fecha en que realizamos nuestra primera excursión hacía un frío espantoso que recordamos perfectamente.



            El motivo principal para realizar aquella primera visita, en febrero de 1972, estaba relacionado con el problema que se le presentaba al pueblo benaocaceño tras la declaración en ruinas de su primer templo parroquial. Graves fisuras habían aparecido en la techumbre de su fábrica, amenazando inminente ruina y desprendimientos. Los buenos benocaceños, conscientes de su deber, habían decidido cerrar su primer templo parroquial llevándose todas sus imágenes, enseres, ornamentos, etc. a casas particulares, al Club Juvenil y a la  ermita de San Blas.

            Poco tiempo después, a principios de marzo, la nave lateral se resquebrajaba, terminándose por hundir su techumbre. A Dios gracias los benocaceños habían salvado a tiempo todo su tesoro parroquial.

            La curiosidad y el espíritu de estudio del Grupo 208 nos hizo ir en aquellos meses con relativa frecuencia, porque entre todas las esculturas descolgadas de su sitio. Había una que nos llamaba la atención: Se trataba de un Cristo Crucificado de un magnífico acabado. De su historial, nada ni nadie, podía darnos encarte.

            Con el fin de ir armonizando todos los detalles de estas memorias, conviene recordar algunos extremos relatados en diversos “informes” que en sus días emitía el Grupo. De entre nuestros archivos sacamos los siguientes:



Marzo, 1972… El Cristo de Benaocaz. Un nuevo dato tenemos que añadir a este objetivo. Se trata de que los más viejos del lugar  lo llaman el “Cristo de la Escuela”. ¿Tendrá esto que ver con lo que sospechamos sea la “escuela” de escultura, quizás la del escultor granadino Diego de Siloé? Si así lo fuera se confirmaría nuestra sospecha. Recordemos como en un posterior “informe” al descubrimiento de la talla, haciendo alusión a la inscripción de la misma creímos se trataba de un discípulo de Diego de Siloé, tesis que se vendría abajo al confirmarse la fecha de ejecución de la escultura que es muy posterior a la que creímos.
 Estos datos no restan méritos a la imagen.



Abril, 1972… El Cristo de Benaocaz. Hoy tenemos nuevos elementos de juicio e informamos sobre el tema. Hemos realizado varias excursiones para contemplar algunas tallas de las descolgadas. Para ello hemos pedido el correspondiente permiso a la autoridad, que nos ha sido concedido, y que adjuntamos a la presente.
 En su día se envió este permiso para constancia en el Programa y al momento presente carecemos de copia del mismo. No creemos que sea necesario adjuntarlo de nuevo, ya que se cumplió, como decimos, con este trámite.

            Algunas del as imágenes han sido llevadas a la casa del zapatero del pueblo, don Sebastián Ramírez Benítez, con domicilio en la Plaza Falange Española y en una de las habitaciones de su casa han sido depositadas.

            La que más nos llama la atención es el Cristo, en madera, de línea muy bonita.

            Las fotos (que adjuntamos) lamentándolo mucho, no son muy buenas pero pueden dar idea de la colosal talla.

            Mirándola y remirándola, ya que está apoyada en el suelo, don Manuel ha encontrado unas letras, de estilo gótico, en las que se puede leer más o menos: ANTONIUS ASIENSO D L FECEIT ANNO 1..7.6 (parece ser 1766).

            Como veremos, más adelante haremos las aclaraciones oportunas a todos los fallos que cometimos en nuestras primeras inspecciones.

            Continuando con lo que decíamos en aquel memorable informe (abril, 1972):"Como podrán comprender, esta escritura no está muy clara, y escribiremos a Bellas Artes en Sevilla para que nos lo aclaren. Tenemos la confianza de haber dado con una pieza valiosa".

           

            Efectivamente, escribimos a Sevilla y en brevísimas fechas, en mayo de 1972 (justamente hace en estos tres años), nos visitaron don Salvador de Sancha Fernández, Director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla y don José Gregorio Moya Balgañón, Inspector de los Servicios del Patrimonio Artístico Nacional, que  era entonces Conservador de Museo de Bellas Artes de Sevilla, a los dos acompañamos todos los componentes del Grupo, girando nueva visita a Benaocaz. Allí nos recibieron muy amablemente el párroco, don Jesús Bellido; el alcalde, don Marcos Orellana; el secretario del ayuntamiento, don Joaquín Garzón y el Hermano Mayor de la Cofradía, don José Álvarez.

            Su primera impresión sobre la talla fue extraordinaria. Verdaderamente les había gustado. Estuvieron allí toda la mañana tomando apuntes, fotos, datos, notas y cuanto para su trabajo de investigación necesitaban…

            Por último se marcharon, y quedaron en darnos soluciones al problema.

            Después, estas soluciones tardarían más o menos tres años en llegar.



            El Grupo 208, mientras tanto, estaba de lleno trabajando en dos de los objetivos que tenía como meta, “La valoración del Columbario” y la famosa “Cabeza deBronce”, aquella pieza que había aparecido de una forma casual, buscando “figuritas” para el Belén, y se había transformado en “un bronce pleno, de pátina verde oliva, pieza de aplicación, en magnífico estado de conservación, aún no publicada y que por su forma bien pudo servir de asidero para un oenochoe (una especie de jarra), o bien para cualquier otro recipiente…”. Fue un objetivo que alcanzó una Mención de Honor al final de la 7ª Campaña.

            Pues bien, este objetivo estuvo pendiente de sentencia nada más ni nada menos que dos años y cuatro meses. Y es que, como ya decíamos en aquellas Memorias de agosto-septiembre de 1973, durante todo el verano de 1972 estuvimos ocupados en la confección de las Memorias sobre el Columbario, objetivo que después sería Trofeo de Oro de Misión Rescate.

            No es por tanto de extrañar que el trabajo con nuestro Cristo fuera cayendo un poco en el “dejarlo para más adelante”.

            Con el curso 1973-1974, durante la octava Campaña de Misión Rescate, una serie de hechos se suceden casi correlativamente.



1º. Con motivo de nuestro viaje por el Levante español (premio anexo al Trofeo de Oro) en tierras alicantinas tuvimos el gusto de conocer al entonces Director de los Estudios de R.N.E. en Alicante, don Julián Crespo Moreno, del cual guardamos los más gratísimos recuerdos. Por necesidades de la Red, este señor vino al Campo de Gibraltar como Director de la  única emisora de R.N.E. existente en nuestra provincia. En su deseo de ampliar el campo de difusión de la misma, pidió al Ayuntamiento ubriqueño que se nombrara un Corresponsal local para atender esta zona de la Sierra Gaditana.

            Y por arte de “birlibirloque”, este nombramiento recayó en la persona de nuestro Maestro-jefe, don Manuel Cabello Janeiro. Así ha sido como nuestra provincia ha estado de lleno muy enterada de nuestras quisicosas de Misión Rescate, pues desgraciadamente, y ya lo hicimos contar en diversas ocasiones, las emisiones de nuestros programas apenas si llegan a nosotros. Tanto han calado en nuestra provincia estos temas asiduamente tocados por el corresponsal ubriqueño, que tenemos correspondencia de diversos puntos animándonos, felicitándonos, etc. Y que incluiremos en nuestro reportaje fotográfico



2º. Y para que la cosa no quedara en menos, otro nombramiento recayó en la persona de nuestro Maestro-jefe, con credencial del Ministerio de Educación y Ciencia, y procedente de la Dirección General de Bellas Artes, de la Sección 1ª del Patrimonio Artístico, como Consejero Local de Bellas Artes, tal y como decíamos en un feliz comunicado remitido al Programa con fecha enero 1974. En él decimos: “Este nombramiento, nacido al calor de Misión Rescate, es un galardón más que nos honra, haciendo partícipe de él a cuantos han promovido esta actividad en la Escuela.”

En informes remitidos al programa con fecha enero 1974, textualmente decíamos:
 “ En principios centraremos nuestros trabajos en el Cristo de Benaocaz, del que tenemos las mejores referencias. Ya sabe el Programa que dicho objetivo se propuso en la VIª Campaña, pero varias causas lo han demorado. Creemos que ya está a punto. También conviene recordar aquí que en el programa debe  haber constancia de un escrito de la Alcaldía de Benaocaz por el que se nos autorizaba a llevar a cabo estudios en sus límites municipales”.

Continuando con nuestro rastreo en nuestros archivos tenemos otro escritoa la vista,  de mayo de 1974 en el que entresacamos lo que sigue:

 “ Hoy nos harán entrega de varios reportajes fotográficos realizados en estos días pasados de vacaciones (puente de San José y Semana Santa), en el que hemos aprovechado el traslado de la imagen del Cristo de Benaocaz, desde donde estaba guardada, en casa del zapatero, hasta su recién arreglada iglesia.
 Nos explicaremos. En la VIª Campaña, habíamos declarado la existencia de un Cristo Crucificado en Benaocaz, en el que por cierto  habíamos encontrado una inscripción en el sudario. Después de muchos meses intentando descifrar el significado de ella (estaba muy borrosa) hoy podemos garantizar la legitimidad de la misma, así como su verdadero sentido. Y todo por un hallazgo casual de un libro muy curioso que nos facilitó el Hermano Mayor de la Hermandad de Penitencia del mismo Cristo, don José Álvarez Franco
El libro, forrado en pergamino, dice en su tapa: APUNTES SOBRE LAS IMÁGENES, RETABLEO, TERNOS Y PLATA DE LA SACRAMENTAL ERMITA. –OBJETOS PERTENECIENTES Y OTROS VARIOS. –COMPRENDE LOS AÑOS 1678 A 1914.

En dicho libro, y en su página tres encontramos la solución al problema que teníamos sobre la procedencia de la talla, adjuntamos fotocopia de la página mencionada. En nuestras Memorias, también enviamos fotocopia de la misma. Solo que tenemos un problema sobre si es Antonio o José, puesto que en la inscripción textualmente dice: ANTONIUS ACIENSO DE LA SERDA ME FECIT ANNO 1761 IN HAC VILLA DE BENAOCAZ, y en el dicho manuscrito aparece el nombre de José, y no obstante renglón más abajo, aparece el nombre de Antonio. La palabra “Acienso” (legible perfectamente en la inscripción, parece ser se trata de un patronímico, no reflejado en el libro. ¿Será Asensio?)



Siguiendo con nuestros archivos, casi nos interesa transcribir lo que en agosto 1974 escribíamos. Decíamos así:



“¡Que no! ¡Que no puede ser! Con cuántas ilusiones hemos caminado, en esta casi finalizada Campaña (la VIIIª), para al final no poder encontrar el certificado de la autenticidad y carácter de inédito de cuanto se refiera al CRISTO DE BENAOCAZ.

Por anteriores informaciones ya habrán visto cuánto de interés hay relacionado con la imagen. Pero las cosas se van complicando. Hemos tenido que realizar varios viajes a Sevilla, siempre con el mismo tema, y tras arduas deliberaciones y consultas, tanto el escultor, Acienso de la Serda, como la propia imagen, de una calidad sin precedente, son totalmente desconocidos. Se sospecha que el autor no sea de la Escuela sevillana, pues en este caso habría conocimiento de Bellas Artes, y no los hay, sino que pertenezca a cualquier otra escuela,  la escuela castellana, por ejemplo, incluso hay quien sospecha que sea de algún indiano desconocido.

Lo cierto y lo fijo es que causa admiración nuestra talla, de una exquisitez extraordinaria, a todos cuantos la han visto en Sevilla y que están íntimamente relacionados con Bellas Artes, pero que no acaban de dar en el clavo. No obstante don Manuel fue a visitar a don Salvador de Sancha, y por mediación de él se tienen contactos con Madrid y Valladolid, para ver las soluciones a este enigma…”



Un poco más adelante, de esta misma información al programa decíamos:



“A manera de anecdotario, conviene destacar en esta información que el pasado octubre 1973 y en la entrega de los Trofeos de la anterior Campaña (al Grupo 208 le correspondía una Mención de Honor por sus trabajos sobre la cabeza de dragón), asistió como representante de Bellas Artes en Madrid, el Inspector Nacional del Patrimonio Artístico, señor Moya Balgañón (en la actualidad Conservador del Museo del Prado) y entre los comentarios que hizo a don Manuel (que fue el solo el que acudió a Madrid, por tratarse de Trofeo de Honor) está el que consideraba al Cristo de Benaocaz como pieza única y de una calidad superior a los objetivos presentados en la pasada Campaña (no hay que olvidar que el Señor Moya Balgañón realizó un concienzudo estudio en Benaocaz, cuando le fue interesada su presencia por el Grupo en mayo de 1972).

¡Imagínense ustedes qué maravilla sería el haber encontrado algo verdaderamente excepcional…”



En este mismo “informe”, continuamos hablando sobre la autenticidad del autor, fecha de ejecución y lugar de creación, que por reiterativo en estas Memorias no transcribimos, pero sí uno de sus últimos capítulos en el que señalamos: “… Benaocaz es un pequeño pueblo. Unos 500 vecinos. Pues bien, en su callejero hay una calle con un nombre muy bien puede tener relación con el Cristo. Se llama Ascencio Gil. Nadie sabe quién pudo ser este señor, pues su nomenclátor es muy antiguo. ¿Tendrá esto que ver con el autor del Cristo?”

Y como última parte del sondeo en nuestros archivos, transcribiremos, por su interés para las memorias una parte del escrito enviado con fecha octubre 1974
Decíamos así:


“… Ya nos temíamos, y así lo hacíamos constar en las Memorias que tenemos escritas de la pasada temporada, que el Cristo de Benaocaz presentaría las dificultades propias del dictamen de los técnicos. Y… ¡Benditas dificultades!, porque estos tropiezos darán más valor aún más nuestros trabajos… si es que somos capaces de darles fin".
 Nos explicaremos:

Finalizado el mes de julio, en el que nuestro maestro-jefe estuvo ausente por unos cursillos de la 2ª Etapa de E.G.B., todo el mes de agosto lo dedicamos al montaje de las Memorias, redacción de las mismas, aportación de documentos y cuanto de interés para las mismas era necesario.

Por otro lado, aprovechando los días de asueto veraniegos el Grupo se desplazó a Sevilla para entrevistarse con el Director del Museo de Artes y Costumbres Populares, don Salvador de Sancha. A él le llevamos, como así también al Conservador del Museo de Bellas Artes sevillano, una serie fotográfica del Cristo y un pequeño historial de los trabajos llevados a cabo por el Grupo 208 durante los dos largos años que llevábamos estudiando esta talla.

Las primeras noticias no fueron nada esperanzadoras: Se insistía una y otra vez en que el Cristo era una maravilla, que era inédito, pero, y he aquí lo sorprendente, su autor, localizado por nosotros en la inscripción del sudario y en el manuscrito del pasado siglo, es totalmente desconocido en los catálogo estudiados.

A pesar de esta contrariedad nos pusimos, como hemos dicho, a intentar redactar aquellas memorias con la misma frase que al principio de este trabajo, decimos: Tremendamente difícil es comenzar un trabajo, que de por fuerza ha de tener un final, y esta es la hora, 1 de septiembre de 1974, que no podemos dar por terminado.

Desde nuestra visita a Sevilla en el mes de agosto no paramos de intentar que se emitiera el certificado técnico (porque siempre hubo un “pero”), pero la idea de que nos encontramos ante un autor desconocido o nuevo se fue acentuando más y más, hasta que por fin desistimos de remitir o presentar nuestras memorias hasta mejor ocasión.

Por un lado los organismos competentes de Bellas Artes remitieron a Valladolid el historial de la imagen y desde allí, confirmaban que el autor, a pesar de la belleza de la imagen, seguía siendo desconocido. ¡Más interés para el trabajo!



Nuestro Maestro-jefe hubo de trasladarse a Madrid por asuntos profesionales el pasado día 3 de octubre, casi finalizada ya la VIIIª Campaña, y aprovechó esta coyuntura para personalmente visitar al Jefe Nacional de los Servicios de Información del Patrimonio Artístico Nacional e Inspector Nacional de Bellas Artes, don José Gabriel Moya, pero esta entrevista no pudo tener lugar, aunque sí lo recibió su auxiliar, informándole de los conceptos ya conocidos: belleza, patetismo, valor y desconocimiento total de su autor.

Como es lógico de suponer, surgieron nuevas hipótesis, como la que trataba a su autor ANTONIUS ACIENSUS DE LA SERDA (mediados del XVIII) como extranjero, pero quedaba bien sentado que no se trataba de un autor ocasional, ya que la obra es perfecta y tuvo que haber hecho muchas más. Interesante noticia. No solo el Grupo 208, descubre una buena talla, sino que además, si la cosa sigue así, nos hemos encontrado con un artista no catalogado.



Y hasta aquí nuestro resumen sobre la labor realizada durante estos tres largos años.

Anecdotarios en este largo tiempo ha habido muchos y variados. Ahora recurriremos a “nuestro archivo memorístico”.

Cuando el obispo de Jerez de la Frontera, Monseñor Bellido Caro, vino a Benaocaz a la inauguración de la Parroquia en la Semana Santa del 74, el párroco de Benaocaz le presentó a los miembros del grupo y el obispo les felicitó con unas cordialísimas palabras. Esto a nosotros nos llena de orgullo y satisfacción, máxime cuando en la homilía que dirigió al pueblo benocaceño se refirió a los trabajos del Grupo en pro de conocer la autenticidad del Cristo que ocupa el altar mayor.

A través de nuestro álbum fotográfico (en el que esta vez hemos cambiado su tradicional formato, con una decoración sobre la “Rendición de Breda”) iremos describiendo esta colosal talla, que al presente ocupa un lugar preeminente de la imaginería española, y que, conocida desde siempre por los buenos benocaceños, hoy día tiene lugar de honor en el Patrimonio Artístico Nacional.





Ubrique, mayo de 1975



Manuel Cabello Janeiro






Nota a posteriori: Aunque aún no disponemos del certificado, hemos tenido conocimiento de una familia de imagineros de Cieza (Murcia): los Asensio de la Cerda. Pedro Asensio de la Cerda nació en Cieza en 1703 y se trasladó a Málaga con su hermano Antonio alrededor de 1725. En Málaga se asentaron Pedro y su hijo Vicente, siguiendo la escuela de Pedro Mena.

Antonio, por su parte, hizo tallas en varias provincias andaluzas, desde Granada hasta Cádiz, de él se conocen, además de la fantástica talla del Cristo de Benaocaz, las siguientes:



Virgen de los Reyes de Granada, la Virgen de los Dolores de San Juan de Málaga Dolorosa de Fe y Consuelo de Monte Calvario de Málaga, la Virgen de los Dolores de la Parroquia de Santa María de la Encarnación de Sedella (Málaga), el Niño Jesús Crucificado de la parroquia de Santa Cecilia de Ronda, el Niño Jesús de la Espina, del convento de la Caridad de Ronda, el Crucificado del convento de las Madres Franciscanas del Patrocinio de María, de Ronda; San Juan Evangelista y San Juan Nepomuceno, del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, de Olvera.